29 jul 2024

INVASIONES

 

viñeta de "El Roto"

La globalización mediática hace que, a menudo, nos veamos invadidos por noticias que traspasan las costuras de nuestro día a día, ante las que no hay forma humana de protegerse. Hace unas semanas fue Taylor Swift quien se coló en nuestras vidas por tierra, mar y aire. Cualquier medio de comunicación al que prestases atención, la nombraba. Yo he de reconocer que no tenía ni idea de quien era, hasta ese momento. Cuando lo supe tampoco me interesó y no llegué a comprender tanta euforia desatada.

El domingo, 14 de julio, amanecimos con la noticia de un atentado al candidato republicano a la presidencia de los EEUU, Donald Trump, mientras daba un mitin en Butler, Pensilvania. La imagen del afectado echándose mano a la oreja y apartándola manchada de sangre, empezó a viralizarse e invadió todo espacio informativo o de opinión. A mí me recordó la imagen de un prestidigitador que llevaba ya la sangre en las manos antes de llevársela a la oreja.

La campaña electoral americana, por primera vez en muchos años, no me causa interés. Decidir entre una persona enajenada y otra senil, me parece la más cruel metáfora de lo que es el país en el que, hasta hace nada, nos mirábamos más de medio mundo.

Ese mismo domingo, en nuestro país, se agolpaban los eventos noticiables. Jugaban la Roja y Alcaraz. Ganó el murciano y también la Selección. Estas noticias ya invadían cualquier espacio desde hacía días, creando un fervor inusitado entre la mayoría de la gente, todo fue apoteósico cuando las expectativas se materializaron en sendas victorias.  Perdonad si no siento especial emoción ante ellas salvo por aquello de que sus protagonistas son españoles.

Todos estos sucesos me dan qué pensar. No deja de ser paradójico que en el país que más armas hay en manos de particulares, el representante político que defiende esa opción, sea agredido por un joven de 20 años que poseía un rifle. La verdad tardará en saberse ya que el atacante fue abatido por el servicio secreto.

Otra paradoja es la victoria de una selección de fútbol formada por personas de diversas nacionalidades, selección de un país, el nuestro, en el que apenas unos días antes, la alianza de las derechas se fracturó por culpa de la decisión aceptada por los partidos mayoritarios, de admitir la entrada en España de “menas”. Me pregunto si la bandera que ondeaba el domingo en todos lados, no es la misma que la que esgrimen quienes no quieren extranjeros en nuestro país.

Como si de una realidad paralela se tratase, otras cosas han ido pasando, de tapadillo, durante ese fin de semana tan trepidante. En nuestro país, cinco mujeres han sido asesinadas víctimas de la violencia de género. En la franja de Gaza un nuevo ataque aéreo israelí causa 141 muertos y más de 400 heridos.

No puedo dejar de pensar que, por mucho que se quiera mostrar el triunfo de la selección como un triunfo de la igualdad social y la justicia, estamos mintiendo a los millones de desfavorecidos que se identifican con sus mitos del fútbol pensando que su vida puede llegar a  ser igual. También considero injusto que la oreja de una persona sea más importante que la vida de tantos.

 

 "Bandera Blanca" Franco Battiato

 

 

 

16 jul 2024

HOGUERAS Y HUMANIDAD

 



A primeros del mes de junio los críos de Alhama comenzaban a buscar con qué hacer la hoguera de San Juan de su calle o de su barrio. Visitaban las carpinterías para recoger recortes de madera inservibles o virutas con las que prender el fuego. Los campos también eran lugares donde encontrar materiales, muebles abandonados, ramas secas, cartones… Las madres casi siempre tenían algo que aportar, cajas vacías, escobas rotas por el uso, algún colchón viejo que había sido sustituido por uno nuevo de espuma…

A lo largo del mes montones de enseres  iban creciendo en los diferentes solares, por las tardes, después del colegio, se podía ver a la chiquillería competir para conseguir que su hoguera fuese la mejor.

La noche de San Juan, al caer el sol, era el momento de prenderles fuego y el pueblo se llenaba de lumbres más o menos grandes, alrededor de las cuales gritaban y jaleaban pequeños y grandes. Visitar las hogueras era algo divertido, ver como el fuego consumía todo lo inservible era emocionante. El ritual colectivo, construido a lo largo de un mes, concluía cuando entraba el verano, en esa noche mágica, de forma espectacular.

Con los años fuimos incorporando otros rituales, quemar lo malo que nos había pasado durante el año. Cuantas cartas de amores perdidos iban a parar al fuego.

Y un día te das cuenta de que ya no se hacen hogueras, ya no hay solares dónde hacerlas. Si quieres hacer una, hay que pedir permiso municipal para que haya la protección necesaria. Impensable que los críos hagan fuego, no les dejamos ni encender una cerilla. Los rituales de esa noche se han convertido en algo sofisticado, privado y adulto.

Vivimos en una sociedad donde a los niños todo se les da hecho. Participan de fiestas y juegos organizados por los adultos en los que ellos son meros “consumidores”. Hoy sería impensable (e ilegal) un pueblo donde los niños recogiesen enseres para luego quemarlos. Hay que proteger a los niños.

Sin embargo, no vemos peligroso que cada criatura tenga acceso a pantallas. Y no me refiero sólo a móviles y tablet con acceso a internet, en todas las casas tenemos, como un miembro más de la familia, la televisión. La tele, ha pasado a considerarse doméstica e inocua, la tenemos encendida todo el día. Hay multitud de canales que, de diferentes formas, emiten la misma información dirigida. Sentados en el sofá mirando la televisión, o ante el ordenador, no hay riesgo de quemarse, de rasparse las rodillas o romperse un hueso. Todo está en su sitio.

Escribo esto en el aniversario de George Orwell, autor de “1984” y “Rebelión en la granja”, de él es esta frase: “Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”

    "La hoguera" Javier Krahe

                                               

  

9 jul 2024

LA VERDAD ESTÁ AHÍ AFUERA

 


 Cada cual tenemos rituales que, sin saber por qué, se han instalado en nuestra vida. Uno de los míos es escuchar la radio los domingos por la mañana. Durante gran parte de mi vida, los domingos han sido días laborables, escuchar la radio era una forma de evadirme del trabajo,  ese hábito se quedó instalado en mí y sigue siendo placentero. Casi siempre elegía programas musicales que animaban la tarea. En las horas en las que estaba sola empecé a aficionarme a programas con más contenido como “Café del sur” o “Mediterráneo” ambos de Radio 3.

Aunque no tengo necesidad de madrugar, sigo escuchando la radio los domingos por la mañana temprano. El “A vivir que son dos días” de la Cadena Ser se ha convertido en mi programa favorito por sus entrevistas y, sobre todo, por el espacio “Las edades de Millás”. Cuando el contenido que escucho me parece digno de destacar, procuro compartirlo posteriormente en Facebook.

Pero mi relación con las redes sociales, últimamente, se ha convertido en una relación tormentosa. Precisamente un domingo, el 12 de mayo, escuché la entrevista a Francesca Albanese, relatora de la ONU para Palestina que presentó un informe sobre la intención genocida de Israel en Gaza. Me pareció interesante y la compartí desde la página de la cadena Ser en Facebook, el titular decía “En los países occidentales hay reticencia para hablar del genocidio en el contexto de Gaza”. Al poco rato me llegó un mensaje de esta red social que  decía “Nuestra tecnología ha demostrado que esta publicación se parece a otras que infringen nuestras normas comunitarias de contenido violento y gráfico. No permitimos que nadie en Facebook comparta contenido que muestre violencia gráfica…” me decían que podía solicitar una revisión y si no la publicación sería desplazada para que fuese difícil de encontrar. Esto me pareció surrealista ya que la única imagen que aparece es la foto de la entrevistada. 

Unos días más tarde, esta vez en YouTube, me avisaron de que se me restringían algunas funciones ya que había dudas de que fuese un adulto. Creo que ver con mis nietos videos de canciones infantiles ha desorientado al algoritmo.

Siguiendo con las redes sociales, el viernes pasado todas se hicieron eco de una noticia que no sabría cómo calificar. El Papa Francisco anunciaba la canonización del primer “santo millenial”, tras confirmar el segundo milagro del llamado “Influencer de Dios”, un programador informático llamado Carlo Acutis, que se dedicó a documentar, en su página web, todo tipo de milagros y apariciones marianas. En 2006 fue diagnosticado de leucemia y murió a los 15 años. Pero su recuerdo en las redes sociales lo ha convertido en una persona de culto. En 2020 se aprobó el primer milagro que inició su proceso de beatificación, como consecuencia de la curación inexplicable de un niño en Brasil que, supuestamente, se recuperó una grave afección del páncreas tras tocar una reliquia de Carlo Acutis. El segundo milagro ha sido reconocido por la Iglesia en la curación de una chica de Costa rica a la que un accidente dejó al borde de la muerte, su familia empezó a rezarle al “Influencer de Dios” y viajaron a su tumba, donde le dejaron una carta. Al parecer, ese mismo día la chica comenzó a respirar y recuperó la movilidad.

Internet se ha convertido en lo que legitima o denosta cualquier cosa, y en sus sabiamente llamadas redes, estamos aleteando creyendo que volamos.