28 jul 2023

PERDIDOS

 

“En la vida, la duda debe seguir a la convicción como una sombra” (Albert Camus)

La serie “Perdidos” fue la primera que produjo en mi esa necesidad de tener que ver un capitulo tras otro, necesidad como consecuencia de que podía hacerlo ya que tenía a mi disposición temporadas enteras. En las series que había visto hasta entonces se podía disponer de un capitulo a la semana, con esta la espera era de una temporada a otra.

En un verano, insoportable por tantas cosas, estoy volviéndola a ver y he encontrado en ella un refugio de tranquilidad y evasión. Estoy viéndola a la vez que transcurre esta segunda campaña electoral y, a ratos, me parece más verosímil la trama fantástica que transcurre en una isla que la que estamos viviendo.

No recordaba muchas de las situaciones que ocurren en esta obra de ficción, lo que la hace mucho más interesante. Casualmente quienes viven en la isla antes de la llegada de quienes conocemos primero, son supervivientes de una epidemia mortal cuyas consecuencias los tiene limitados y condicionados por el miedo y una serie de rituales sin sentido que se repiten, sin saber por qué pero con la certeza de que si no lo hacen será el final de no se sabe qué.

Hablar de la serie supone hacer spoiler, aunque ya van a hacer 20 años del estreno de su primera temporada. Solo diré que en ella se hace una interesante lectura de la naturaleza humana.

Por muy peregrinas y sorprendentes que sean las situaciones que se viven en esta historia, a todas acaban por acostumbrarse o resignarse quienes las sufren, pocos son los que siguen en la tarea de buscar una salida. Como he dicho, el verla en paralelo a todo el proceso político que estamos viviendo me hace sentir, a veces, que podríamos formar parte de una de las muchas historias que se narran.

Eché en falta el lunes 10, durante el primer debate televisivo de esta campaña, una “máquina de la verdad”. He de reconocer que no aguanté viéndolo más de 15 min. Observar cómo se utilizaba la mentira con la mayor impunidad y sangre fría, me produjo una sensación mezcla de angustia y miedo, al día siguiente todos los medios daban como ganador al emisor de falsedades. Que la Realidad y la Verdad se diluyan, sin consecuencias, no puede traernos nada bueno. Las encuestas cambian de un día para otro y no acabo de entender ese trasiego de cifras y datos.

En “Perdidos” ocurre algo similar, la Verdad y la Realidad, no son iguales para ninguno de ellos, cada uno tiene su historia que, a veces, se entrecruza con la de “los otros”.

Este periódico saldrá unos días antes de la “Jornada de reflexión”, sólo quedan unos días para conocer que pasará. Espero que suceda lo mejor para las personas, el entorno y la vida.

“Suena en cada cabeza un hermoso runrún. (Nos quieren en soledad, nos tendrán en común)” Nacho Vegas.

                                                               "Runrún" Nacho Vegas


 

 

19 jul 2023

LA PRIMERA LAVADORA



 

Frases como: “Mi marido me ha comprado un frigorífico” o “mi marido me ha comprado una lavadora”, por poner dos ejemplos, era habitual escucharlas en conversaciones de mujeres de los años sesenta. Se decían con orgullo y para dar a entender que la economía familiar era un poco mejor.

Hasta 1978 una mujer no podía tener una cuenta bancaria a su nombre si no tenía el permiso y autorización de su marido o tutor, tampoco podía sacar dinero de ella. Era totalmente dependiente del padre, hermano o marido para administrar los bienes familiares o incluso hacerse el DNI. Por esto no era raro escuchar frases como las del principio y se veía normal.

Si alguna se atrevía a entrar a un comercio y preguntaba por los precios de algún enser domestico de un precio elevado, la pregunta del vendedor era: ¿Va a venir su marido? Y es que, si no era así, no había nada que rascar.

Recuerdo la primera lavadora que tuvo mi madre. Era blanca con el frontal rojo, consistía en un depósito con una turbina en el fondo, tenía una tapadera que cubría toda la parte de arriba y que se quitaba durante su uso. Para utilizarla se llenaba de ropa, se añadía el detergente en polvo o jabón de sosa deshecho en agua previamente; luego se iba echando agua con una manguera hasta llegar a la señal que te marcaba el aparato. Cuando le dabas al botón para que funcionase, aquello se ponía a dar vueltas y punto. Pasado el tiempo que mi madre consideraba oportuno, iba sacando y escurriendo prenda a prenda con las manos. Para desaguar, esta lavadora tenía una goma que se ponía cerca del sumidero del patio, por la que salía el agua sucia. Hay quien volvía a llenar la lavadora con agua limpia para el aclarado de la colada o simplemente se iba aclarando en la pila o en un barreño aparte. Llamar lavadoras a estas máquinas cuando ahora tenemos en casa electrodomésticos que sacan la ropa limpia, aclarada, perfumada y casi seca, resulta raro. Pero así eran las primeras ayudas mecánicas que nuestras madres usaron para lavar.

Esto que cuento puede ser que no importe a nadie, pero creo que tiene importancia. Da una imagen de cómo era la vida no hace muchos años. De lo rápido que pasa el tiempo y lo pronto que se olvidan algunas cosas.

Aquellas mujeres que no podían tener acceso al dinero, hoy tampoco pueden hacerlo porque los servicios bancarios han evolucionado tanto que se han convertido en inaccesibles, ahora por otros motivos. Las generaciones intermedias, nacidas en Democracia no hacen caso a estos cambios: los tiempos son otros, tenemos muchos más Derechos, estamos más preparadas, además hay Libertad, Igualdad etc.

Los Derechos que hoy se disfrutan tardaron muchos años en conseguirse y se han ido defendiendo día a día. Confiar en que los tenemos asegurados puede que nos lleve a perderlos en cuestión de muy poco tiempo.

"Así bailaba"

                                     

17 jul 2023

LAS MUJERES Y EL AGUA

 



El enorme patio sombreado por los jazmineros y las parras, el calor y un barreño de cinc con dos palmos de agua, alrededor del cual jugábamos durante horas, entrando y saliendo de él, mojándonos, haciendo flotar flores que cogíamos de las macetas de mi abuela. Este es uno de mis primeros recuerdos veraniegos, aún recuerdo el olor de aquel ambiente, una mezcla de tierra caliente y agua.

Mientras, las mujeres de la casa, se afanaban en los quehaceres diarios. Ir por agua a la fuente era uno de ellos. No se iba todos los días porque las enormes tinajas tenían capacidad suficiente para abastecer a la familia casi una semana. Ir a la fuente era una tarea femenina. El agua se traía de la fuente en carretones donde cabían dos cántaros, había que echar muchos viajes cuando tocaba llenar las tinajas. A mí me llamaban más la atención las mujeres que sostenían el cántaro en la cabeza, con destreza y naturalidad.

Lavar la ropa también era tarea de las mujeres. Hasta que el agua corriente  llegó a las casas, se lavaba en el patio, en la pila, usando un poco de agua para remojar las prendas y restregarlas con jabón de sosa, después en un barreño aparte se aclaraba toda la colada. Las mujeres también iban al lavador, sobre todo para las prendas más grandes como las sábanas que en casa era más difícil. El lavador consistía en una zona comunitaria que disponía de agua en abundancia y enormes piedras donde poder restregar la ropa. Este lugar, al igual que las fuentes, se convertía en un espacio donde las mujeres aprovechaban para hablar, muchas iban con sus críos que disfrutaban del agua y los juegos mientras las madres lavaban. El calor del verano intensificaba los olores y colores que vestían este entorno: el olor a jabón, el color del azulete (con el que se daba luminosidad a las prendas blancas) y el olor a la ropa recién lavada.

El agua era un bien muy preciado ¡era tan laborioso conseguirla! Se usaba con cuidado al cocinar y al fregar los platos, tareas estas que también recaían en las figuras femeninas. Los suelos se fregaban una vez a la semana, arrodilladas y pasando una bayeta que iban mojando en un cubo con agua, no recuerdo qué jabón se usaba en este menester pero si recuerdo que todo quedaba como un espejo.

La higiene personal era escasa, por lo general consistía en un baño semanal, a los niños se le lavaba en un barreño, si era verano en el patio, si no, en la cocina. Los cuartos de aseo no existían como tales, tan sólo estaban los retretes que se limitaban a espacios muy reducidos, ubicados en los patios. Cuando llovía, que no era con frecuencia, los patios se llenaban de cubos y barreños donde se recogía el agua de lluvia, se decía que esta hacía crecer el pelo. El agua, en el hogar, era administrada y utilizada por las mujeres y la mesura femenina conseguía que fuese bien repartida.

El agua que, a pesar de ser masculino, suena a femenino cada vez que se utiliza, sobre todo en una, cuando la mujer “rompe aguas”, aquí el agua se convierte en principio de vida más que nunca. Os recomiendo, para terminar, dos películas: “El agua” de Elena López Riera (Filmin) y “La fuente de las mujeres” de Radu Mihaileanu (Prime)

" El agua"