Desde hace algún tiempo procuro
templar los ánimos y no agregar inquietud o enfado a una situación ya de por si
insostenible. Intento no echar más leña al fuego de una hoguera que amenaza con
abrasarnos.
Eso no quita que haya temas, como
el de hoy, que saca lo peor de mí. Me refiero a la cuestión de quienes se han
vacunado aprovechándose del lugar de privilegio que ocupan en algunos de los
estamentos de nuestra sociedad. Lo que más me preocupa no es lo que ya sabemos
si no lo que nos queda por saber.
¡Que memoria más frágil tenemos!
En los primeros meses de la pandemia, a todos se les llenaba la boca con
quienes eran los imprescindibles en nuestra sociedad. A los sanitarios, (que
convertimos en héroes), les seguían los trabajadores en los sectores de primera
necesidad, campesinos, obreros de las fábricas, trabajadores de supermercados y
tiendas de barrio. En ningún momento se hablaba de cargos políticos, militares
o religiosos. Junto a los imprescindibles, la Solidaridad estuvo del lado de
los abuelos en residencias, que estaban muriendo de forma imparable y dolorosa.
De hecho, cuando se consiguiera tener una vacuna contra el virus, ellos serían
los primeros vacunados.
Como no quiero ser imprecisa en
este tema tan grave, a continuación, cito la estrategia de vacunación, tal y
como la ha publicado el Gobierno de España: “Etapa 0: Desarrollo, Autorización y
Evaluación. Etapa 1, primeras dosis disponibles (actual): Residentes
y personal en centros de mayores. Personal sanitario y sociosanitario (primera
línea y otros) Grandes dependientes no institucionalizados.
Etapa 2, más dosis disponibles (marzo): Personas mayores de 80 años. Etapa 3,
vacuna ampliamente disponible: Resto de grupos prioritarios”.
En Murcia hemos pasado de llenar
noticiarios con las palabras que un cargo de la Universidad Católica decía para
advertir contra las vacunas porque nos iban a introducir un “Chis” para
controlarnos a ser noticia porque el Consejero de sanidad y otros cuatrocientos
cargos de la Consejería se han vacunado sin que fuese su hora. Por lo visto,
quienes ocupan lugares de cierta relevancia se creen que los protocolos y
normas no van con ellos, son para “los demás”. Creen, de verdad, que son un
grupo aparte de más importancia y categoría que el resto, no consideran que lo
que han hecho está mal. Ahora, cuando las ven venir mal dadas tiran para
adelante y “que me quiten lo bailado”.
Desde que el emérito dijo aquello
de “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir” cuando lo pillaron
en una cacería de elefantes. Las disculpas y arrepentimientos en el plano
político me suenan a hueco. Tampoco me sirven las dimisiones cuando de lo que
se trata es de la salud pública. Los ya vacunados, ilegalmente, con la primera
dosis tienen asegurada la segunda, lo contrario sería desperdiciar algo que
ahora mismo es valioso. Para ellos recojo las palabras del monologuista Miguel Ángel
Martín “ahora que van a ser inmunes, pues a ayudar a los hospitales”.
Intento ver cosas positivas entre lo que me rodea, pero me cuesta. Me cuesta ver cómo, ahora, a toda esa clase política que debería estar luchando unida contra el enemigo común que nos está diezmando sanitaria y económicamente, solo la vemos en actos electorales rodeados de banderas de los diferentes colores. Me cuesta entender que, en el peor momento de una pandemia, el ministro de sanidad abandone su cargo para postularse en unas elecciones autonómicas y anhelo que quien lo sustituya compense este dislate.
Me quedo con unas palabras del filósofo
Slavoj Zizec “…Se dice que la crisis sacó lo peor de nosotros, yo disiento. Tuve
problemas de salud durante el confinamiento y recibí ayuda no solo de médicos y
enfermeras sino de vecinos y asociaciones. Empecé a creer en la Ética de la
gente corriente. La decencia de pensar “esto tiene que hacerse y yo estoy
aquí”. La izquierda debería utilizar, que no manipular, este despertar de la
Solidaridad…”
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