29 ago 2020

LA VUELTA AL COLE EN 15 DÍAS

 


No se puede negar que estamos viviendo uno de los veranos más desconcertantes de nuestra historia.

Otros años la llegada de septiembre significaba: alivio del calor, fin de las vacaciones (quienes tenían) y, sobre todo, el inicio del curso escolar. Comprar los libros de texto, forrarlos para que no se estropearan y sirviesen a los hermanos que venían detrás o a otros niños. Preparar las carteras y esperar, algunos con ilusión y todos con expectación el primer día de escuela. La llegada a clase, ver que maestro o maestra te tocaba ese año, saludar a compañeros conocidos, conocer a los nuevos. En la vida de los niños septiembre siempre ha sido el comienzo de algo importante.

Este año, lleno de incertidumbres y cambios, nos enfrentamos a un inicio de curso diferente. El colegio que hasta ahora era como la segunda casa, se ha convertido en un entorno potencialmente inseguro. La aglomeración de niños en las aulas, en plena pandemia, plantean serias dudas sobre la idoneidad de que los colegios abran sus puertas.

La decisión sobre abrir o no abrir los colegios y en que condiciones hacerlo, no es decisión fácil de tomar para ningún gobierno. Por un lado, está el riesgo de contagio, por otro que hacer con los críos si no pueden ir a clase. En la actualidad son muchas las familias, en las que trabajan el padre y la madre, para las que el colegio, sobre todo con los niños más chicos, es un factor importante a la hora de conciliar trabajo y familia.

Está claro que por encima de todo está la salud y la vida de las personas, pero ante la crisis que se acerca también es importante unos mínimos ingresos familiares para salir adelante.

Si se decide la vuelta al colegio uno de los padres no podrá ir a trabajar. En los pueblos aún hay quien puede recurrir a los abuelos, en las ciudades ni eso. No hace falta pensar mucho para saber que serán mayoritariamente las mujeres quienes se verán en esta tesitura. Otra vez más, la mujer a punto de sufrir un retroceso en el lugar social que ocupa.

 Como digo no me parece un asunto fácil de resolver, pero, precisamente por eso, creo que van con mucho retraso. La pandemia comenzó oficialmente en marzo. El curso pasado se terminó, mal que bien, con las clases virtuales funcionando de aquella manera, clases que el docente impartía desde su propia casa. Fue lo normal ante algo tan inesperado como el Coronavirus, ahora bien, ¿desde marzo no se ha podido idear una estrategia para cuando llegase septiembre?

Los diversos gobiernos regionales han dejado la patata caliente de las soluciones en manos de los propios colegios ¿perdona? Es que esto no hay por donde cogerlo.

Las direcciones de los centros demandan más educadores para poder disminuir el número de niños por aula, quieren servicio sanitario en cada colegio, dotar de medios tecnológicos para facilitar posibles clases virtuales, aumentar las medidas preventivas y de control del virus, entre otras cosas. todo esto cuesta un dinero que ha de ser la administración quien lo proporcione, incluyendo para ello una partida en sus presupuestos. Cosa que no han hecho.

Así está el asunto cuando nos encontramos apenas a quince días del comienzo oficial del curso 2020/2021. Hay reuniones previstas en los diversos colegios a primeros de septiembre, tienen que decidir que van a hacer. En algunas Comunidades, los docentes, están organizando actos de protesta para exigir una vuelta al colegio en condiciones.

La cosa pinta mal, el riesgo de la comunidad educativa es grande. Cada niño lleva detrás una familia y, cuando vuelve a casa, una clase entera.

Si no se hacen bien las cosas el colectivo de la enseñanza será el próximo damnificado. ¿Saldremos en octubre a cantar otra vez a los balcones? Yo propongo que esta vez sea la tabla de multiplicar.

Serrat "Esos locos bajitos"

                                                   

 (Publicado en https://www.infolinea.es/la-vuelta-al-cole-en-15-dias)




 

22 ago 2020

TRAMPAS AL SOLITARIO

 Se dice que la juventud es la única enfermedad que se cura con la edad. Los jóvenes están siendo, a nuestro pesar, protagonistas de la ola de rebrotes que inunda el país.

El comportamiento relacionado con las fiestas veraniegas, sobre todo las relacionadas con el ocio nocturno son el origen de la mayoría de los focos de contagio. No sé qué pensareis, pero creo que esto merece una reflexión (otra más).

Cuando se habla de este tema muchas veces se apela a la edad y la dificultad de comprender algunas actitudes cuando se han cumplido ya muchos años. Yo creo todo lo contrario. Los adultos hemos sido jóvenes, cosa que no sucede a la inversa, por lo que somos capaces de entender el ímpetu, el impulso que mueve a los adolescentes (y a muchos que se comportan como si lo fuesen).

La cuestión está más relacionada con la responsabilidad y la ausencia de límites. A una generación que ha sido educada en la creencia de “todo es posible” o “tus limites te los pones tu” es difícil, ahora, hacerle comprender que eso no era verdad, que se les ha estado mintiendo.

Esto hace que veamos a chavales en reuniones con la finalidad de contagiarse unos de otros, gente saltándose los limites de los pueblos confinados cogiendo atajos o simplemente asistiendo a fiestas clandestinas donde beber y consumir. Se creen a salvo porque son jóvenes y porque ellos son quienes marcan sus límites. Ser joven en estos momentos es algo difícil.

Hace unos años, fue la caza de Pokemon lo que aglutinaba a jóvenes y no tan jóvenes, buscando algo inexistente que se hacia visible mediante una aplicación de móvil. Ahora, esos mismos, ignoran a un virus que existe, aunque no se vea ni tan siquiera a través de una pantalla.

A veces pienso que estamos viviendo situaciones que están al limite de lo real y esta generación, sobreprotegida en extremo, no encuentra otra forma de hacer frente a la incertidumbre que apostar por la absoluta certeza.

Para atajar este fenómeno de saltarse las normas y hacer trampas en detrimento de la salud propia y ajena, se han instaurado sanciones y multas, que en nuestra región pueden llegar hasta los 600.000 euros. Multas que, por supuesto, si son jóvenes, pagaran los padres.

Creo que no debería multarse a nadie. Con la idea de que sólo obedecemos cuando nos tocan el bolsillo también estamos diciendo que con dinero todo se puede hacer. Por eso pienso que las medidas más adecuadas serían las de hacer trabajos comunitarios en centros sanitarios donde estén hospitalizados los enfermos con coronavirus, limpiando y ayudando a su cuidado.

Ayudar a los jóvenes a responsabilizarse, en un momento complicado para ellos, es uno de los mayores favores que podríamos hacerles.

El juez don Emilio Calatayud decía en un artículo que “quizás si les hubiésemos enseñado las obligaciones y no sólo los derechos, ahora tendríamos al virus acorralado”

"Que vendrá" Zaz

(Publicado en https://www.infolinea.es/trampas-al-solitario?fbclid=IwAR367lkTeH2GaiyZXojrfv1wMXpBM8mRxRXSlFE4ZQYCFsR1Gy78gVPcwxE


14 ago 2020

DON ELEAZAR Y JUANITO

 

A veces es preciso mirar las cosas del revés para entenderlas.


(Integridad es hacer lo correcto, aunque nadie nos esté mirando. Jim Stowall)

En un verano caluroso e incierto como el que vivimos, dos noticias, dos nombres, dos hombres, dos símbolos, son protagonistas de los titulares de la prensa nacional. Los dos nos atañen de manera muy directa.

Un trabajador del campo, inmigrante nicaragüense, sin papeles, sin contrato, una persona desconocida, sufre un golpe de calor en plena faena de recogida de sandias, después de trabajar durante horas bajo el solanero de más de 40º que nos acompaña estos días. Para ahorrar viajes de la furgoneta que llevaba y traía a los trabajadores al tajo, en vez de atenderlo inmediatamente, esperan a que sea la hora de terminar, así aprovechan el viaje y llevan a todos de una vez (optimizar recursos le llaman a eso). Cuando llegaron al centro de salud, después de repartir a los demás trabajadores, simplemente lo dejaron tirado en la puerta.

Eleazar (el jornalero tenía nombre) llegó en parada cardiorrespiratoria al centro de salud y murió poco después. Eleazar tenía una familia, ganas de prosperar, de ganarse la vida honradamente. Vino de su país creyendo que, con su trabajo, ayudaría a mejorar su vida y la de los suyos.

Otra cara de la moneda la representa Juanito, ese es el nombre con que se conoce al emérito en algunos círculos. Juanito tuvo que abdicar, de prisa y corriendo, hace cinco años, ante la magnitud de los escándalos que lo rodeaban: caso Noos, Corinna, etc. Pero nunca dejó de ostentar la “dignidad” de rey. Los recientes acontecimientos que también lo relacionan con cobro de comisiones y evasión de dinero en paraísos fiscales, parece ser que no le han sentado muy bien al emérito y ha decidido que se va de España. Se va sin dar explicaciones ni a la Justicia ni a los españoles. Para hacer más llevadero su pesar se ha ido a la República Dominicana, lugar conocido, sobre todo, por ser un sitio para el recogimiento y el retiro espiritual.

Dos noticias que son el vivo reflejo, no ya de la España más injusta y desigual, son la cara más real del sistema en el que vivimos.

El Capitalismo entiende sólo de dinero, no de personas. No hay nombres, sólo números en cuentas bancarias. Pero, sobre todo, no entiende de Dignidad, esa cualidad que no se puede comprar y que no tiene que ver con la familia en que naciste o el lugar del mundo donde te tocó vivir.

Según lo socialmente aceptado estas dos historias se escriben bajo estas premisas:

Don Eleazar formaba parte de esos inmigrantes que (según algunos) vienen a quitarnos el dinero, las prestaciones sociales, el trabajo de nuestros hijos. Juanito, nos salvó (según otros) del 23F e hizo posible la Democracia en España.

Ahora os invito a mirarlas del revés y, quizás, nos encontremos con la verdad: Eleazar formaba parte de esas personas, gracias a cuyo trabajo nuestro país puede seguir avanzando. Fue la Democracia quien salvó a la corona y a su representante.

 "El reino del revés"

 

 

(artículo publicado en  https://www.infolinea.es/don-eleazar-y-juanito)

8 ago 2020

BARES ¡QUE LUGARES!


 

Hablar con la gente, confraternizar, va en nuestro ADN mediterráneo. Los bares forman parte de nuestra cultura. Cultura de sol, de mesas en terrazas, de charlas interminables con amigos hasta altas horas, cuando el fresco acompaña.

Y digo bares, tabernas, pequeños restaurantes, mesones, pequeñas cafeterías, todos esos locales, la mayoría familiares, que están en la historia de cada uno de nosotros. Esos que ahora son los más castigados por la pandemia que nos envuelve. 

La gente de mi generación conoció esos lugares, de forma muy diferente al concepto de ocio que existe hoy. Muchos de mi recuerdos de juventud van ligados a los bares donde nos reuníamos para hablar por hablar durante horas, sin apenas música. En algunos dependía del dinero que hubiese para echarle a la máquina y elegir una canción. “Vientos del pueblo” cantada por Los Lobos se alternaba con “Eva María se fue” de los Diablos o “El preso número 9” cantada por Joan Báez.

"Vientos de pueblo" Los Lobos cantan a Miguel Hernández


El quiosco del Lolo en el parque, el Restregón, El Gran Bar, alguna taberna sin nombre donde sólo servían vino y torraos, el Virginia, Los Olmos… Estos eran los sitios que los jóvenes frecuentábamos (alternando con los locales sociales de la O.J.E y los Scouts) sobre todo los fines de semana. La costumbre de salir entre semana era algo casi impensable, especialmente para las chicas.

 El Virginia y Los Olmos fueron, sin duda, desde sus inicios, mi lugares favoritos. Estoy convencida de que gran parte de la historia reciente de nuestro pueblo se gestó entre sus paredes. Bares, conversación y política iban de la mano en aquellos años (“Si Los Olmos Hablaran”, siempre me ha parecido un buen título desde el que contar cosas de aquel tiempo).

Mi primer recuerdo relacionado con charlas políticas tiene que ver con un bar, ya desaparecido, al que fuimos convocados, por prohombres del pueblo de aquel entonces, un grupo de chicos y chicas adolescentes, estudiantes, que teníamos fama de díscolos. Eran los últimos años del franquismo o primeros de la Transición, no podría precisar. Si recuerdo que fue de noche y que a mi me pareció una gran aventura clandestina; sobre todo por compartir mesa e ideas con adultos muy conocidos que, ni por el forro, hubiese creído con un pensamiento crítico con lo establecido.

Anécdotas de este tipo, tengo algunas, (cosas de la edad) y no puedo evitar echar de menos esos lugares. No por aquello de añorar cualquier tiempo pasado, si no porque, desde hace tiempo, creo que se ha perdido, el interés por mantener conversaciones con otros para conocer y conocerse a través de opiniones o modos de vida distintos, a eso se suma el que, casi siempre, la música en los locales invita más a consumir que a hablar.

Por otra parte, casi toda mi vida ha ido ligada a la hostelería, desde aquel pequeño bar de mis abuelos, donde aprendí a leerle a los parroquianos el periódico siendo muy chica, hasta todos y cada uno de los lugares donde he trabajado y de los que tengo, de todos, muy buenos recuerdos.

 Es por todo esto que siento enormemente y me entristece, cada vez que veo la situación tan crítica por la que están pasando los pequeños hosteleros, sobre todo los de Alhama. El Coronavirus no entiende de tertulias, de amistad, de sentimientos, de conversaciones ni de abrazos. Espero que todo esto pase de una puñetera vez y apelo a la responsabilidad de hosteleros y clientes para, juntos, salir adelante.

 "Al calor del amor en un bar" Gabinete Caligari