"La calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara... nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros,. antigua de sangre: Rambla de Barcelona." García Lorca.1935
El jueves pensaba que las palabras se quedaban cortas para describir todo lo que sentía al enterarme de lo que acababa de ocurrir en Barcelona. Han pasado apenas cuarenta y ocho horas, ahora, me cuesta no decir todo lo que pienso.
El jueves pensaba que las palabras se quedaban cortas para describir todo lo que sentía al enterarme de lo que acababa de ocurrir en Barcelona. Han pasado apenas cuarenta y ocho horas, ahora, me cuesta no decir todo lo que pienso.
Desde ese primer momento he
seguido las noticias que han ido apareciendo como una avalancha en los diversos
medios de comunicación y he presenciado, asqueada, la difusión de vídeos del
Horror con toda su crudeza, exhibidos como trofeos de caza capturados por
objetivos móviles de aficionados al sufrimiento y al morbo.
¿Es, de verdad, necesario
mostrar el dolor y el miedo de esos instantes?
¿No tenemos derecho a la
privacidad, el respeto y la intimidad en momentos de tanto sufrimiento?
Creo que no es información, (ni
libertad), mostrar los minutos transcurridos inmediatamente después del
atentado, en el que tantos seres humanos se enfrentaron a la muerte, no es sino sensacionalismo aprovechándose del Horror terrorista. Hay otras formas de mostrar la barbarie sin que se vulneren los derechos de las personas.
Las cadenas de televisión han
llenado horas y horas de programación con noticias, videos, entrevistas; imágenes
repetidas hasta la saciedad, los mismos rostros, las mismas escenas una y otra
vez, hasta conseguir que lo que debería ser información se convierta en todo lo
contrario; quedándose el espectador en la superficie de los hechos; sin interés,
ni ganas, de ahondar en lo profundo, en todo aquello que nos pueda valer para
entender lo que está pasando y porqué está pasando.
Dieciséis horas más tarde del
Horror todos los informativos nacionales se congratulaban porque las Ramblas amanecían como
si nada hubiese pasado, los comercios abriendo sus puertas, los hoteles
recibiendo clientes y miles de personas paseando y aprovechando los días de
vacaciones.
Y yo me pregunto: ¿La
normalidad es disfrazar la realidad para que parezca que todo vuelve a estar
como antes, que las aceras que sólo unas horas antes se sembraban de muerte,
aparezcan bulliciosas y llenas de vida?.
14 personas muertas y 126
heridas son un balance demasiado terrible como para que quede camuflado bajo
una capa de “normalidad”
Pienso que pasar de puntillas
y mostrar una tranquilidad inexistente es mentir. Corremos el riesgo de que,
normalizando con tanta rapidez, situaciones de una gravedad tan grande, se
acabe normalizando también la sinrazón y esta termine instalándose en
nuestra vida cotidiana.
No podemos acostumbrarnos a
actos de este calibre, hay que denunciarlos, censurarlos, conocer sus causas y
buscar soluciones justas entre todos.
Sin embargo, para no
olvidar que somos humanos, es preciso darnos un tiempo para llorar, para
honrar la vida de quienes la perdieron, para asumir que somos frágiles y vulnerables,
para reconocer que acciones desprovistas de toda humanidad como la ocurrida el
jueves, a las personas de bien nos aterran, porque no caben en un concepto ético
de la vida en Paz, Libertad e Igualdad.
Todo esto me parece más importante
que el que los comercios abran sin haber transcurrido ni veinticuatro horas
para que los clientes puedan seguir comprando, que los periodistas famosos se
den cita en las Ramblas para ser protagonistas o que las tertulias televisivas
llenen horas y horas de impostada e irrebatible sabiduría.
"Imagine"
Me ha encantado tu artículo Isabel. Pienso como tú que hay que dejar de enmascarar la realidad, y dejar un riempo de duelo
ResponderEliminar