19 ago 2017

LA ANORMAL NORMALIDAD (Yo si tengo miedo)


"La calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara... nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros,. antigua de sangre: Rambla de Barcelona." García Lorca.1935

El jueves pensaba  que las palabras se quedaban cortas para describir todo lo que sentía al enterarme de lo que acababa de ocurrir en Barcelona. Han pasado apenas cuarenta y ocho horas, ahora, me cuesta no decir todo lo que pienso.
Desde ese primer momento he seguido las noticias que han ido apareciendo como una avalancha en los diversos medios de comunicación y he presenciado, asqueada, la difusión de vídeos del Horror con toda su crudeza, exhibidos como trofeos de caza capturados por objetivos móviles de aficionados al sufrimiento y al morbo.
¿Es, de verdad, necesario mostrar el dolor y el miedo de esos instantes?
¿No tenemos derecho a la privacidad, el respeto y la intimidad en momentos de tanto sufrimiento?

Creo que no es información, (ni libertad), mostrar los minutos transcurridos inmediatamente después del atentado, en el que tantos seres humanos se enfrentaron a la muerte, no es sino sensacionalismo aprovechándose del Horror terrorista. Hay otras formas de mostrar la barbarie sin que se vulneren los derechos de las personas.
Las cadenas de televisión han llenado horas y horas de programación con noticias, videos, entrevistas; imágenes repetidas hasta la saciedad, los mismos rostros, las mismas escenas una y otra vez, hasta conseguir que lo que debería ser información se convierta en todo lo contrario; quedándose el espectador en la superficie de los hechos; sin interés, ni ganas, de ahondar en lo profundo, en todo aquello que nos pueda valer para entender lo que está pasando y porqué está pasando.
 
Dieciséis horas más tarde del Horror todos los informativos nacionales se congratulaban porque las Ramblas amanecían como si nada hubiese pasado, los comercios abriendo sus puertas, los hoteles recibiendo clientes y miles de personas paseando y aprovechando los días de vacaciones.
Y yo me pregunto: ¿La normalidad es disfrazar la realidad para que parezca que todo vuelve a estar como antes, que las aceras que sólo unas horas antes se sembraban de muerte, aparezcan bulliciosas y llenas de vida?.
14 personas muertas y 126 heridas son un balance demasiado terrible como para que quede camuflado bajo una capa de “normalidad”
Pienso que pasar de puntillas y mostrar una tranquilidad inexistente es mentir. Corremos el riesgo de que, normalizando con tanta rapidez, situaciones de una gravedad tan grande, se acabe normalizando también la sinrazón y esta termine instalándose en nuestra vida cotidiana.
No podemos acostumbrarnos a actos de este calibre, hay que denunciarlos, censurarlos, conocer sus causas y buscar soluciones justas entre todos.
Sin embargo, para no olvidar que somos humanos, es preciso darnos un tiempo para llorar, para honrar la vida de quienes la perdieron, para asumir que somos frágiles y vulnerables, para reconocer que acciones desprovistas de toda humanidad como la ocurrida el jueves, a las personas de bien nos aterran, porque no caben en un concepto ético de la vida en Paz, Libertad e Igualdad.

Todo esto me parece más importante que el que los comercios abran sin haber transcurrido ni veinticuatro horas para que los clientes puedan seguir comprando, que los periodistas famosos se den cita en las Ramblas para ser protagonistas o que las tertulias televisivas llenen horas y horas de impostada e irrebatible sabiduría.
"Imagine"
 
 

1 comentario:

  1. Me ha encantado tu artículo Isabel. Pienso como tú que hay que dejar de enmascarar la realidad, y dejar un riempo de duelo

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