1 ene 2017

DAR LA CAMPANADA. -4.0


Como cada uno de enero, escucho el concierto de la Filarmónica de Viena, bajo el calor de la mesa camilla aún me dan escalofríos al recordar las diferentes retransmisiones de tv para la entrada del año nuevo.
Anoche, en Madrid el termómetro marcaba cuatro grados bajo cero en la puerta del sol, en el mismo lugar desde donde tradicionalmente los madrileños despiden el año y los medios de comunicación dan las campanadas. Una tradición es también que quienes (como diría mi abuela) den la campanada esa noche sean las presentadoras que aparecen en las diferentes emisiones televisivas; unas más y otras menos, todas vestían trajes ligeros, en algún caso casi inexistentes mientras el vaho que salía de sus cuerpos daba una idea de la temperatura exterior.
Siempre me ha parecido un despropósito que, en Nochevieja, por lo general una de las noches más frías del año, lo femenino y elegante sea ir con vestidos propios de una fiesta en agosto mientras que lo masculino sea ir con traje de tres piezas, bufanda y gabán.
La utilización de las mujeres bajo el discurso de modernidad, libertad, en aras de la feminidad, me da un poco de vergüenza ajena.
La figura de la mujer y su vestimenta, unidas a las campanadas que dan paso a un nuevo año, me parecen muy significativas. Los días previos al evento, la pregunta, para ellas, era como iba a ser su vestido, el traje de los partenaires masculinos no suscitaba interés alguno, ellos son importantes por lo que son, ellas por como son y cómo van vestidas.
En esta ocasión el vestido, más que para cubrir, sirve para mostrar a quien esa noche se convierte en un objeto, en una cosa, aviso subliminal de lo que la mujer seguirá siendo para los medios de comunicación, y por ende para la sociedad, el resto del año.
¿Os imagináis a una mujer de las características físicas de Chicote o Sobera como protagonista de ese evento?
Desde aquí reivindico, para años próximos, en defensa de la salud física y mental de las mujeres y presentadoras, que las televisiones nos traten y nosotras nos tratemos, como seres humanos y no como figurines objeto de chascarrillos y halagos de dudoso gusto.
Ser libre y moderna sería salir con un jersey de lana de cuello vuelto, bonito, que lo femenino no quita lo abrigada
 
COMENZAMOS....


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