Como cada uno de enero,
escucho el concierto de la Filarmónica de Viena, bajo el calor de
la mesa camilla aún me dan escalofríos al recordar las diferentes retransmisiones de
tv para la entrada del año nuevo.
Anoche, en Madrid el
termómetro marcaba cuatro grados bajo cero en la puerta del sol, en el mismo
lugar desde donde tradicionalmente los madrileños despiden el año y los medios
de comunicación dan las campanadas. Una tradición es también que quienes (como
diría mi abuela) den la campanada esa noche sean las presentadoras que aparecen
en las diferentes emisiones televisivas; unas más y otras menos, todas vestían trajes
ligeros, en algún caso casi inexistentes mientras el vaho que salía de sus
cuerpos daba una idea de la temperatura exterior.
Siempre me ha parecido un despropósito
que, en Nochevieja, por lo general una de las noches más frías del año, lo
femenino y elegante sea ir con vestidos propios de una fiesta en agosto
mientras que lo masculino sea ir con traje de tres piezas, bufanda y gabán.
La utilización de las mujeres
bajo el discurso de modernidad, libertad, en aras de la feminidad, me da un
poco de vergüenza ajena.
La figura de la mujer y su
vestimenta, unidas a las campanadas que dan paso a un nuevo año, me parecen muy significativas.
Los días previos al evento, la pregunta, para ellas, era como iba a ser su
vestido, el traje de los partenaires masculinos no suscitaba interés alguno,
ellos son importantes por lo que son, ellas por como son y cómo van vestidas.
En esta ocasión el vestido,
más que para cubrir, sirve para mostrar a quien esa noche se convierte en un
objeto, en una cosa, aviso subliminal de lo que la mujer seguirá siendo para
los medios de comunicación, y por ende para la sociedad, el resto del año.
¿Os imagináis a una mujer de
las características físicas de Chicote o Sobera como protagonista de ese
evento?
Desde aquí reivindico, para
años próximos, en defensa de la salud física y mental de las mujeres y
presentadoras, que las televisiones nos traten y nosotras nos tratemos, como seres humanos y no como
figurines objeto de chascarrillos y halagos de dudoso gusto.
Ser libre y moderna sería
salir con un jersey de lana de cuello vuelto, bonito, que lo femenino no quita
lo abrigada
COMENZAMOS....
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