La historia de cada uno de nosotros tiene su particular banda sonora. En la mía ocupa uno de los lugares preferentes, Leonard Cohen, ese cantante de voz ronca que sacaba de quicio a los adultos cada vez que, siendo adolescentes, poníamos sus canciones "te vas a dormir escuchando eso", decían.
Ellos eran mas de pasodobles, tangos y habaneras, que aunque también hablaban de cosas tristes, era como una tristeza disimulada, a veces disfrazada de coraje.
Transcurrían los años posteriores al Mayo francés y a la Primavera de Praga, los jóvenes vivían momentos de desconsuelo, con pocas cosas a las que agarrarse, muy parecidos, salvando las distancias, a los momentos actuales. La melancolía de las canciones de Leonard Cohen supo atrapar a toda una generación de incrédulos existencialistas.
A partir de entonces el y su música evolucionaron, crecieron, fueron zarandeados por la vida, como todo ser humano; quizás es eso, esa humanidad que impregna su voz quebrada y ronca lo que hace que se sienta cada nota como algo físico.
He leído una anécdota sobre él que dice mucho de su personalidad. Era el año 1972 y daba su primer concierto en su país, en la ciudad de Jerusalén. Esto significaba mucho para el, y el compromiso y la responsabilidad de actuar ante sus compatriotas lo llevó a un estado de presión tal que, de pronto, paró de cantar y dijo "No puedo, me estoy rompiendo y no puedo terminar el concierto. No estoy sintiendo las canciones y creo sinceramente que os estoy engañando, lo voy a intentar de nuevo, si no funciona, lo dejo y les devolvemos su dinero" se fue a su camerino y mientras su representante le presionaba por el dinero que iban a perder, escuchó a todo el publico que llenaba el recinto, entonar el " hevenu shalom aleichem" (la paz sea contigo)
En ese momento Leonard recordó unas palabras de su madre "Cuando las cosas te vayan mal, aféitate" y así lo hizo, después de afeitarse volvió al escenario, nadie se había movido de sus asientos y el comenzó a cantar "So long Marianne"
(Hasta la vista, Marianne, ya es hora de que empecemos
a reirnos y llorar y llorar y reirnos de todo)
a reirnos y llorar y llorar y reirnos de todo)
Su historia va ligada a la depresión que lo acompañó, de trecho en trecho a lo largo de su vida, la música fue su aliada para superar y transformar la desesperación, en ese arte, que trascenderá la figura de su autor más allá de la muerte.
En un día como hoy en el que muchos lloramos su muerte, quiero, reivindicar la tristeza. Las personas necesitamos sentirnos tristes, pero ese sentimiento parece, ahora, estar prohibido. Creo que la alegría está sobrevalorada, más aún cuando se ha convertido casi en una exigencia para la convivencia. Esta sociedad nos demanda ser felices, confundiendo, a veces felicidad con artificial euforia.
Hay quien dice que la música de Leonard Cohen incita a la oscuridad, que escuchar sus canciones es regodearse en el goce del sufrimiento; puede ser, ¿Por qué no?
Pero como el mismo dijo cuando le preguntaron sobre eso:"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
SO LONG...LEONARD
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