“el olfato es el sentido más
antiguo, el que primero se desarrolló” “los demás sentidos crean sensaciones,
el olfato genera emociones”. Juan Luis Arsuaga
El campo en Alhama, cuando se
acercaba el otoño, era un escenario lleno de actividad. Había que recoger las
últimas frutas de la temporada. Quienes tenían parrales se apresuraban cortando
la uva, con la vista siempre en el cielo ante las temidas tormentas de granizo
que podrían poner en riesgo todo un año de trabajo.
La mayoría de hogares alhameños
tenía algún vínculo campesino proveedor de las frutas y verduras que, llegando
esta época del año, se recogían en abundancia y en plena sazón. Al llegar el
final del verano las mujeres se afanaban en la elaboración de conservas y mermeladas.
No había cámaras frigoríficas que
facilitasen su conservación con fines industriales, lo que no se consumía se
aprovechaba para hacer productos que estarían en las cocinas y en las mesas a
lo largo de los meses de invierno. En cada casa había costumbres diferentes,
dependiendo de los gustos o de los frutos de los que disponían.
Era el momento de hacer conserva
con aquellos tomates maduros que desprendían un olor tan peculiar, había quien
los mezclaba con pimientos y otras verduras. En esta tarea colaboraba toda la
familia, sobre todo a la hora de envasar los frutos en los recipientes, a lo
largo del año, se iban guardando las botellas vacías que más tarde se
utilizarían para este menester (aun tardarían en llegar a nuestras vidas los
tarros con tapón de rosca). Con los tomates que no maduraban y quedaban
pequeños en las tomateras, se hacían unos riquísimos tomates encurtidos.
Mi actividad preferida era cuando
se hacían mermeladas. En mi casa, mi
madre, las hacía de melón (a la que añadía cáscara de limón), de albaricoque y
de tomate. El olor que llenaba la casa, al cocer las frutas con el azúcar, es
algo que nunca olvidaré.
Recuerdo el aroma que desprendía
la mermelada de tomate y su sabor, nunca la probé en ningún otro sitio que no
fuese la casa de mis padres. Últimamente la he visto en supermercados y restaurantes, pero nada que
ver. La mermelada de tomate tenía para mi algo de mágico, el tomate se asocia
con guisos o ensaladas, sin embargo, al convertirlo en mermelada, se producía
una especie de alquimia en la que el fruto protagonista por excelencia de
nuestra ensalada diaria, pasaba a ser un postre delicioso. Mi madre elaboraba
esta mermelada con tomates maduros pelados, azúcar y le agregaba un elemento
esencial: unas hojas de malvarrosa. Lamento no recordar la proporción de
ingredientes (si alguna vez la supe) las proporciones eran más fruto del saber
hacer que de una receta escrita con medidas.
Esta época del año, Alhama se
llenaba de olores irrepetibles, a los de las frutas maduras y mermeladas se
sumaban los de las flores; madrugadoras, como los jazmines que caían de los
jazmineros y sembraban los suelos de patios y jardines o la nocturna Dama de
noche que desplegaba toda su fragancia al caer la tarde.
“La vida sería mucho más
agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera los sabores y olores
de la casa materna” Laura Esquivel.
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