8 oct 2024

EL OLOR DEL TIEMPO

 

“el olfato es el sentido más antiguo, el que primero se desarrolló” “los demás sentidos crean sensaciones, el olfato genera emociones”. Juan Luis Arsuaga

El campo en Alhama, cuando se acercaba el otoño, era un escenario lleno de actividad. Había que recoger las últimas frutas de la temporada. Quienes tenían parrales se apresuraban cortando la uva, con la vista siempre en el cielo ante las temidas tormentas de granizo que podrían poner en riesgo todo un año de trabajo.

La mayoría de hogares alhameños tenía algún vínculo campesino proveedor de las frutas y verduras que, llegando esta época del año, se recogían en abundancia y en plena sazón. Al llegar el final del verano las mujeres se afanaban en la elaboración de conservas y mermeladas.

No había cámaras frigoríficas que facilitasen su conservación con fines industriales, lo que no se consumía se aprovechaba para hacer productos que estarían en las cocinas y en las mesas a lo largo de los meses de invierno. En cada casa había costumbres diferentes, dependiendo de los gustos o de los frutos de los que disponían.

Era el momento de hacer conserva con aquellos tomates maduros que desprendían un olor tan peculiar, había quien los mezclaba con pimientos y otras verduras. En esta tarea colaboraba toda la familia, sobre todo a la hora de envasar los frutos en los recipientes, a lo largo del año, se iban guardando las botellas vacías que más tarde se utilizarían para este menester (aun tardarían en llegar a nuestras vidas los tarros con tapón de rosca). Con los tomates que no maduraban y quedaban pequeños en las tomateras, se hacían unos riquísimos tomates encurtidos.

Mi actividad preferida era cuando se hacían  mermeladas. En mi casa, mi madre, las hacía de melón (a la que añadía cáscara de limón), de albaricoque y de tomate. El olor que llenaba la casa, al cocer las frutas con el azúcar, es algo que nunca olvidaré.

Recuerdo el aroma que desprendía la mermelada de tomate y su sabor, nunca la probé en ningún otro sitio que no fuese la casa de mis padres. Últimamente la he visto en  supermercados y restaurantes, pero nada que ver. La mermelada de tomate tenía para mi algo de mágico, el tomate se asocia con guisos o ensaladas, sin embargo, al convertirlo en mermelada, se producía una especie de alquimia en la que el fruto protagonista por excelencia de nuestra ensalada diaria, pasaba a ser un postre delicioso. Mi madre elaboraba esta mermelada con tomates maduros pelados, azúcar y le agregaba un elemento esencial: unas hojas de malvarrosa. Lamento no recordar la proporción de ingredientes (si alguna vez la supe) las proporciones eran más fruto del saber hacer que de una receta escrita con medidas.

Esta época del año, Alhama se llenaba de olores irrepetibles, a los de las frutas maduras y mermeladas se sumaban los de las flores; madrugadoras, como los jazmines que caían de los jazmineros y sembraban los suelos de patios y jardines o la nocturna Dama de noche que desplegaba toda su fragancia al caer la tarde.

“La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera los sabores y olores de la casa materna” Laura Esquivel.

 "Si viene de la tierra"

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario