Hace muchos años, leí un libro
que se llamaba “El encanto de la vida simple, trataba sobre el valor de las
cosas pequeñas de la vida. Recuerdo que me produjo, su lectura, una gran paz.
A veces el compromiso, la
responsabilidad, la ética, nos llevan por caminos demasiado grandes hacia
empresas complicadas que, normalmente no están a nuestro alcance. A luchar por
cosas que no dependen de nosotros. Estos caminos, lo más probable es que nos
lleven a la frustración y la angustia.
Conforme una va haciéndose mayor
va comprendiendo que esa vida tan corta que nos corresponde a cada uno, la
llenamos de angustia ante ideas inalcanzables. Reconozco que me preocupan los
conflictos armados y su repercusión en Europa, raro es el día que no siento un
pellizco en el estómago cuando leo según qué noticias.
Aquí aparece ante mí una variante
de la ”Indefensión aprendida”, a fuerza
de ser consciente de que las guerras existirán siempre que haya intereses de
por medio (que no ideales). Que los líderes tienen casi todos los pies de
barro. Que existe la maldad cuando se deshumaniza al otro. Que la solidaridad
es una palabra en desuso… es entonces cuando dan ganas de bajar los brazos y
rendirse. “cruzar los brazos, pasar de largo”
La otra alternativa es la de
hacer cosas pequeñas “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas
pequeñas, puede cambiar el mundo” (Eduardo Galeano) y aprender a estar
satisfechos con pequeñas acciones que también impliquen a los demás. Cosas que
posiblemente nunca serán conocidas pero seguro tendrán efectos, el corazón se
encogerá menos veces porque el trabajo es bueno para deshacer nudos.
Aquel libro que hablaba de la
vida simple, se limitaba a la vida doméstica, a los pequeños placeres de la
misma, desde plantar unas semillas, poner un jarrón de flores, pintar un cuadro
o escribir una carta. Puede ser que esté desactualizado pero la sensación que a
mí me transmitió sigue viva. Bajo la apariencia de algo que parece simple
aparece la complejidad.
Escribir más cartas de puño y
letra, leer un libro, escribir y compartir lo escrito, leer el periódico
mientras tomas un café, ir al mercado para comprar flores, cocinar para amigos,
colaborar con los vecinos en cualquier actividad, escuchar música en un
tocadiscos, pasear y escuchar el silencio, colaborar en proyectos que
beneficien a las personas.
Intentar aparcar las expresiones
grandilocuentes, la Paz Mundial en boca de personas vacías que no saben qué
decir. La Revolución en manos de twiteros. La Libertad como arma de carceleros.
“…si aúlla el lobo, muerde el
perro, o me aqueja un mal, cosas que amo, volver siento a mí y alejan por fin
el mal. Rociadas rosas, bigotes de gato, brillantes ollas y mitones blancos,
cartas muy viejas con un lazo gris, cosas tan bellas me gustan a mi…” (Sonrisas
y lágrimas)