Aprovechando que este periódico saldrá en las vísperas del Día de los Santos, quiero recordar y poner en valor algunas de nuestras tradiciones que han caído en el olvido. El año pasado ya escribí algo sobre este tema pero hoy me quiero centrar en lo relacionado con la “Noche de ánimas”.
Decía el año pasado que me
parecía triste que los jóvenes de ahora sepan quien es Freddy Krueger y no
sepan quien es Maese Pérez. Entiendo que los tiempos van cambiando y otras
costumbres y culturas han llegado a nuestros hogares pero eso no debería
significar perder nuestra idiosincrasia y sobre todo, que las generaciones
actuales y venideras conozcan las tradiciones y costumbres que nos han legado
nuestros antepasados.
El culto a los muertos es algo
ligado a todas las culturas desde la Prehistoria, por lo que lo pagano y lo
religioso ha ido entremezclándose a lo largo de las diferentes épocas. En
nuestra región, en nuestro pueblo arraigó la creencia de que el 1 de Noviembre
era el día en que estaba abierta la puerta entre el mundo de los muertos y el
de los vivos. Aprovechando esto las ánimas visitaban el mundo de los vivos.
Podía ser para pedir el cumplimiento de promesas que no habían podido llevar a
cabo estando vivos o simplemente visitar los lugares por los que transitaba en
vida.
Cuenta la tradición oral que las
ánimas solían aparecerse en sus hogares,
los cementerios o en los campos. Se interpretaba que si se aparecían es porque
aún estaban en el Purgatorio y había que decirles una misa, rezar o dar
limosnas para ayudarles a salir de él y conseguir llegar al Cielo.
También existían una serie de
ritos para recibir a las ánimas, como prepararle una cama de la casa con
sábanas limpias (ese día si se dejaba la propia cama sin hacer, ellas se
acostaban allí). Encender “mariposas” en un tazón con aceite, rezarle a las
ánimas para que te despertaran por la mañana o para encontrar algo que habías
perdido. También existía la creencia de que si las ánimas llamaban esa noche a
tu puerta es porque se iba a morir un ser querido.
Como vemos en nuestra tierra no
es tiempo de monstruos ni de sangrientas matanzas, nuestras ancestrales
costumbres tienen más que ver con el recuerdo de los difuntos, muchas veces
desde la superstición y las creencias religiosas.
Hace un tiempo leí que en la
huerta de Murcia existía una tradición que se parece mucho a la que ahora está
de moda en la noche de Halloween. Se llamaba “La orillica del quijal”, en ella
grupos de zagales iban de casa en casa diciendo “dame la orillica del quijal,
si no me la das te rompo el portal”, los huertanos les daban las verduras o
frutos que crecían en la orilla de sus bancales o acequias.
Recuerdo que siendo yo niña, se
hacía la “Misa de Ánimas”, en la madrugada entre el día uno y dos de noviembre
(noche de las ánimas) a esa misa solían ir todas las mujeres del pueblo. Una de
esas noches me desperté cuando mi madre se iba, la imagen de mi madre, saliendo
de casa de madrugada con el velo en la mano y acompañada de las vecinas siempre
la recordaré.
Nuestra región, como todas las
regiones de nuestro país, es rica en leyendas y creencias que forman nuestro
patrimonio, ese que se ha transmitido de forma oral de generación en
generación. Considero que es una responsabilidad de los más mayores hacer que
todas estas historias no se pierdan y compartirlas en nuestro entorno con las
generaciones actuales.
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