Hay personas que, sin
pretenderlo, trascienden, pasan a formar parte de la historia de su pueblo y de
muchas de las personas con las que se relacionaron a lo largo de su vida. Juan
José Cánovas, el alcalde de Totana, es un ejemplo de esto.
A su intachable actuación en la
política a lo largo de tantos años, que culminó con su elección como alcalde de
un pueblo devastado por la corrupción, poco queda que añadir, estos días se ha
dicho casi todo. De su labor humanitaria y generosa en escenarios conflictivos
se sabe menos, pero está ahí, para todo el que quiera conocerla. Participando
en acciones internacionales: como escudo humano en Irak para intentar parar la
guerra o visitando los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila.
El día de Nochebuena, Juan José
ingresó en la UCI después de estar unos días hospitalizado por Covid. Desde que
me enteré de ello un mal augurio me acompañó cada día, yo sabía de su lucha de
años contra un enemigo silencioso que lo ponía a prueba de vez en cuando. En
este tiempo que ha pasado hasta el triste desenlace, he recordado muchas cosas
de él.
Personalmente he tenido a Juanjo
como un referente político, más aún cuando me embarqué en la tarea de concejala
durante ocho años. Por aquel entonces yo trabajaba en el restaurante Coquus de
nuestro pueblo. Era habitual ver aparecer a Juanjo los domingos por la mañana
para leer el periódico y almorzar, en esas visitas siempre había un momento
para charlar y ponernos al corriente de la actualidad social. Recuerdo cuando
aparecieron los partidos de la “Nueva Política”, a mis opiniones esperanzadas e
ilusionadas siempre ponía, como quien no quiere la cosa, el contrapunto
sosegado y reflexivo de quien ya ha vivido muchas ilusiones. Estas charlas
hacían, a su vez, que después, me quedara dando vueltas al asunto, dejando a un
lado la impulsividad inicial.
He admirado y admiro muchas cosas
de él: su valor para afrontar tareas casi imposibles tanto en el ámbito
político como en el personal; su lealtad y coherencia a los ideales de
izquierdas a pesar de los pesares; su carácter dialogante y tolerante y, sobre
todo, su lealtad y compromiso con el pueblo de Totana, que fue su prioridad
hasta el último momento.
Muchas personalidades de
diferentes ideologías y credos tanto del del ámbito regional como nacional han
expresado estos días su pesar por la muerte de Juanjo. ¡Con lo necesitados que
estamos de personas como el, sobre todo en política!. Echaré de menos leer en
Facebook las publicaciones que compartía casi a diario, poemas, reflexiones
personales y ese cariñoso homenaje que hacía a las comidas caseras
tradicionales.
Escribo esto un lunes, lunes
triste en el que se ha llevado a cabo la despedida de un pueblo a su alcalde, a
su amigo. Siempre lo recordaré como la
autoridad que, en unos días críticos y dolorosos para su pueblo, durante el
confinamiento por la pandemia, firmó un Bando gracias al cual el Ratoncito
Pérez podría circular libremente por el municipio para visitar a los niños.
Como el mismo decía en ese bando “El ratoncito Pérez no puede contagiarse que
eso sólo nos pasa a las personas”. ¡Hasta siempre, compañero!