21 abr 2020

REALIDADES PARALELAS (escritos desde el aislamiento VIII)






Los amantes de la ciencia ficción y los universos paralelos deben de estar viviendo estos días con interés. Desde el mes de febrero estamos inmersos en una realidad tan irreal que se presta a muchas reflexiones.






En nuestro pueblo, Domingo de Resurrección suele ser uno de los días grandes en cuanto a festividad, raro es el alhameño que no lo pasa en la calle. Es una jornada de encuentros, en el aperitivo con la familia y los amigos, el Encuentro del desfile procesional y luego la comida en cualquiera de los bares o restaurantes que hay en Alhama, para los que ese día es uno de los mejores del año. Incluso los años en que, por el mal tiempo, no ha salido la procesión, los grupos de gente han mantenido el ritual de compartir mesa y mantel.

El pasado domingo de Resurrección no pudo ser nada de eso, por causa del confinamiento, ni aperitivo, ni Encuentro, ni comida con sobremesa.

Desde la radio de Alhama, idearon el modo de que, de alguna manera, los alhameños reviviesen las emociones de ese día, y pensaron en emitir, desde un equipo de megafonía instalado en el centro del pueblo, el sonido cedido por la televisión local de una procesión de 2018.

Yo no me quise perder esta ocasión única, que pasará a formar parte de nuestra historia. Se retransmitió el evento por radio, televisión y por los diversos medios digitales. El simbólico momento, para mí, fue sobrecogedor. Era inquietante ver cómo, a la hora tradicional del Encuentro, una Alhama vacía de personas se llenaba con los sonidos alegres y vivos que todos llevamos en nuestra memoria y pensé que parecía el episodio de una serie de ciencia ficción que hablase de realidades paralelas; en una realidad, Alhama estaba llena de gente, de flores, de música, de vida y de colores, en otra era un pueblo solitario en el cual los sonidos tan conocidos quedaban flotando en el aire.

Como consecuencia de un virus descontrolado, también somos testigos de una realidad que bien podría formar parte de alguno de esos universos paralelos que he nombrado antes, pero, desgraciadamente, todo ocurre en la actualidad.

Cualquier persona que pierde a un familiar, por el Coronavirus u otra enfermedad, no puede asistir al tanatorio para despedirlo porque está prohibida la acumulación de gente en espacios cerrados. En la otra cara de esta realidad, esa misma persona podrá coger el metro o el autobús para ir a trabajar, siempre que lleve mascarilla y se ponga guantes.

Extraño es también ese momento del día, a las ocho de la tarde, cuando se congregan multitud de personas en balcones y terrazas para homenajear a nuestros sanitarios,  agradecer su trabajo y engrandecerlos bajo el calificativo de héroes , en contraste con esa otra realidad en la que, muchas de esas manos han votado a quienes recortaron los medios que hubiesen permitido a nuestros médicos y enfermeros hacer ahora su trabajo sin necesidad de heroicidades; esas voces que nunca fueron a acompañar a las Mareas Blancas cuando estas pedían justicia y dignidad para ejercer su profesión.

Se canta “Resistiré”, “Sobreviviré” o aquello de “volveremos a juntarnos” mientras hay gente que repudia a sus vecinos porque trabajan en un supermercado, en un centro de salud o si se han contagiado.
El otro día leía las declaraciones de una persona que trabaja como sanitario y decía que agradecía los aplausos, pero no quería oir lo de héroe, porque en estos momentos, en las condiciones de desprotección en que estaban atendiendo a los enfermos, si pudiese elegir, no iría a trabajar.

"las semanas raras" Carlos del Amor

Y es que los profesionales de la Sanidad no son héroes, aunque ponerles ese nombre nos haga sentirnos más seguros. Son hombres y mujeres, que también tienen miedo a esto que está pasando. Con familias a las que ponen continuamente en riesgo, cuando vuelven agotados a casa desde esa peligrosa primera línea, donde atienden tanto sufrimiento, que no pueden aliviar como deberían porque, durante años, políticas neoliberales deshumanizadas, han ido privando a lo Público de lo más necesario.
Esta distopía es la realidad que nos está tocando vivir y, aunque lo parezca, no tiene nada de ficción.
(Publicado en la 5ª edición de Infolínea digital)
http://www.infolinea.es/wp-content/uploads/2020/04/1152-web.pdf

13 abr 2020

REBELIÓN EN LA GRANJA (escritos desde el aislamiento VII)





Como cada cosa que ocurre en el mundo, aunque a veces cueste verla, esto que estamos viviendo tiene una parte positiva, la regeneración del medio ambiente. La casi ausencia de circulación, así como el descenso de actividades contaminantes, hace que la Naturaleza esté dando síntomas de recuperación. Algunas de las imágenes más gráficas son las de los canales de Venecia con el agua limpia, las aguas transparentes de muchas playas o especies de plantas que vuelven a florecer después de mucho tiempo.




Una noche en que andaba desvelada (creo que el sueño es una de las cosas más complicadas en el confinamiento) me asomé a la ventana, la noche sigue siendo hermosa a pesar de todo y más ahora que el olor a azahar está presente. En un solar cercano, me pareció ver un perro, es raro ver un perro de madrugada y suelto, pensé en una noticia que había leído recientemente: al parecer ciertos individuos, que se dicen amantes de los perros, (de esos que los primeros días de cuarentena los utilizaban para salir de casa a cualquier hora), ahora empiezan a verlos como un engorro y algunos salen con perro y vuelven sin él. Cuando me fijé mejor, vi que el animal era un zorro.

Y es que está ocurriendo algo llamativo en esta cuarentena, ante la reclusión del ser humano en sus hogares, los animales están saliendo de sus madrigueras y poco a poco van acercándose a los lugares que solamente estaban ocupados por el hombre. En muchos pueblos se pueden ver como se pasean por las calles mientras, en los hogares, nosotros miramos desde la ventana.


A las personas nos sucede algo parecido, cuando lo humano se restringe, lo animal ocupa su lugar. A veces pasa que, ante situaciones imprevistas, ante el miedo o la desconfianza, aparecen lo más irracional e instintivo, esa parte que todos llevamos dentro y que intentamos mantener a raya.

En las últimas semanas, solo con darse una vuelta por los medios de comunicación o redes sociales, hemos podido ver una muestra de esto que digo. Se leen y escuchan muchos disparates llenos de odio y agresividad contra el actual gobierno, como si fuese el responsable de lo que está pasando. Esto, pensándolo con sensatez, no deja de ser un completo desatino, sólo con mirar la actuación de cualquier gobierno de cualquier otro país, se puede comprobar que todos han sido desbordados ante lo desconocido.

Alivia mucho echar la culpa a quien sea, eso nos deja a un lado y hace que nos sintamos un poco mejores que el resto. Con demasiada frecuencia recurrimos a culpar a los demás de nuestras desgracias. El caso del Coronavirus es excepcional porque quien nos ha traído este desastre no es nadie en concreto.

Un momento tan atípico y desconocido hace que, ante la impotencia de tener a otro a quien señalar, sea fácil dejarse arrastrar por las emociones, pero, precisamente por eso es por lo que debemos contenernos y pararnos a pensar y reflexionar. Aunque, a nuestro alrededor, sigamos viendo como hay quienes necesitan buscar culpables, a costa de lo que sea, para sentirse tranquilos y hacer como que la cosa no va con ellos, negando las medidas de protección o queriendo imponer medidas que creen mejores, actuando sin control cuando es el momento de pararse y obedecer la Ley.

Habrá un mañana en el que todo esto pasará, pero nada volverá a ser igual y de ese cambio nadie es responsable, porque lo que ha ocurrido escapa a cualquier control. Lo que si depende de todos nosotros es como será ese mañana por venir. Si será un mañana cimentado en el revanchismo y el odio, o si encaramos el futuro poniendo en funcionamiento nuestro lado más humano, relegando a los animales a su guarida.


Hoy, 7 de Abril, se celebra el “Dia Mundial De La Salud”, aprovecho y desde aquí envío un abrazo enorme a todos los trabajadores de nuestra Sanidad Pública. Nos faltarán años de vida para agradecerles todo lo que están haciendo por nosotros, demostrando su humanidad y profesionalidad en estos momentos tan difíciles.

(publicado en la 4ª edición digital de http://www.infolinea.es/wp-content/uploads/2020/04/Infolinea-1151-web.pdf)

6 abr 2020

LA SOLEDAD, ¿ERA ESTO? (escritos desde el aislamiento VI)


Cuando comenzaron los días de forzosa reclusión, se produjo una especie de estado de euforia descontrolada, provocado por lo inusual de la situación y por la incertidumbre ante lo que vendría después. Lo primero que hicimos fue llenar las despensas de productos básicos, lentejas, arroz, garbanzos, aceite, azúcar etc.



Al ver este espectáculo recordé una historia, que no sé si me contaron o he leído: Cuenta que, en un momento especialmente convulso de los años de la dictadura, una familia, temiendo que volvieran las estrecheces vividas durante la postguerra, hizo acopio de víveres, sobre todo de aceite, para lo cual llenó la bañera de este preciado producto. Con tan mala suerte que el tapón de la bañera no ajustaba bien y, al día siguiente no quedaba dentro ni una gota. El aceite es escurridizo y difícil de contener.

De los primeros días de la actual cuarentena por el Coronavirus, la imagen más repetida fue la de multitud de personas cargadas de papel higiénico. Hace muchos años, una conocida marca de este producto lanzó una campaña publicitaria que decía: “El higiénico papel del papel higiénico”, otorgándole a este papel innumerables utilidades. Imagino que la marca en cuestión nunca pensaría que un día serviría también para contener la angustia.

Ahora vemos que los días van pasando y que se alarga, por orden gubernamental, el periodo de cuarentena. No se pierde la esperanza, pero tampoco la incertidumbre. Nosotros que vivíamos en la sociedad de la certeza, la sociedad del “todo se puede lograr si así lo quieres” ahora nos damos de bruces con algo que se nos escapa.

Los productos que han visto aumentadas sus ventas durante la segunda quincena de reclusión, son las bebidas alcohólicas, el chocolate y las bolsas de aperitivos como patatas fritas u otros productos similares. Hemos vuelto a las recompensas rápidas e inmediatas, que nos sacian pronto el hambre y el miedo.

Y es que nos vemos ante un escenario desconocido que ha trastocado casi todo. Hay por un lado algo ilimitado que es el Coronavirus. No sabemos cuánto durará ni hasta donde llegarán sus efectos. Cuando algo se escapa a un mínimo control, se convierte en algo que lo envuelve todo.
De otro lado tenemos el exceso de límites, el confinamiento en la propia casa. Una casa es un refugio, un hogar, cuando estás fuera y eliges volver, cuando cansado de trabajar regresas a ella, si has hecho un largo viaje o simplemente cuando, al acabar el día, miras a tu alrededor y sientes la calma. Pero una casa no es lo mismo cuando no se puede salir de ella, y debes enfrentarte, lo quieras o no, a un espacio que, en muchos casos, puede ser tan inabarcable como la pandemia exterior. Muchas veces lo desconocido está más cerca de lo que pensamos.

Pero lo que me parece más sobrecogedor de esta epidemia es que quien la padece la tiene que vivirla solo y, si ha de morir, tampoco tendrá a su lado a ninguno de sus seres queridos. El sector de población más afectado es el de la gente mayor de 75 años. Esa generación de hombres y mujeres que sufrieron, unos de mayores y otros siendo niños, la tragedia que significa una guerra y la penuria y escasez de la posguerra.

"Papá cuéntame otra vez"
Por ello quiero terminar con algo que tampoco tiene límites, mi recuerdo y agradecimiento, desde estos primeros días de un abril tan lejano de aquel otro, para todos los hombres y mujeres republicanos que, después de haber sobrevivido a los horrores de una guerra injusta, están muriendo, solos, en hospitales o residencias, ante un enemigo del que no pueden defenderse. 

El último superviviente de la compañía de soldados republicanos que entró como avanzadilla en París para liberar la ciudad de los nazis (pertenecía a la llamada “Quinta del biberón”) no ha podido superar el coronavirus. Rafael Gómez Nieto, de 99 años, falleció en la madrugada del 30 de marzo en una residencia de ancianos en Estrasburgo (Francia), ciudad en la que vivía desde 1955”.

(Este escrito está publicado en la tercera edición digital de Infolínea
http://www.infolinea.es/infolinea-alhama-publica-su-tercer-periodico-con-su-mensaje-claro-quedateencasa-por-ti-y-por-todos)







2 abr 2020

FRENAR EN SECO (escritos desde el aislamiento V)


Hace tan sólo unos días nuestro mundo seguía su curso, nosotros estábamos inmersos en él, sin pararnos mucho a pensar.
Habíamos conseguido ir adaptándonos a la mil y una exigencias que se nos demandaban, teniendo cada vez más prisa, cada vez menos tiempo. Conformándonos con poder comprar, comer, consumir en cualquiera de sus variantes. El monstruoso engranaje había logrado que formásemos parte de el y eso nos daba seguridad.
De un día para otro, el aparentemente confortable refugio, se ha tambaleado desde los cimientos, dejándonos a la intemperie. El desconcierto, la incertidumbre, ser consciente de la fragilidad de la vida, han pasado a ser los ejes de nuestro pensamiento.

Que esto haya sido provocado por un enemigo invisible, impalpable, hace que sea todavía más difícil de entender y asumir. No entendemos muy bien de que tenemos que defendernos ni cómo. Quizás por eso la alarma ha tardado en calar, ¿cómo no salir a tomar unas cañas con el buen día que hace? ¿Por qué no puedo estar en el parque con los niños?.

Nos cuesta trabajo saber qué hacer cuando nos vemos obligados a parar, no me refiero solamente a dejar de trabajar, sino al hecho de tener que quedarse en casa. Parar, de golpe, genera angustia e intentamos saltarnos las normas para sentir que aún somos dueños de nuestra vida.
Ha tenido que ser el Estado, haciendo que la ley se cumpla por la fuerza, el que nos confronte con la gravedad del asunto.

Por otro lado, el miedo, un sentimiento tan humano como primitivo, ha hecho que vayamos contra esos otros que se encuentran en zonas más afectadas que la nuestra. Vuelve a salir el sentimiento de creernos mejores o con más derechos que quienes, también temerosos, quieren huir del peligro.

Resulta chocante ver, en lo que aún queda de cotidiano, como aparecen dos mundos diferentes mezclados; un sistema económico neoliberal colapsado, con cierres de comercios, de fábricas, de servicios, de países, y ese mismo sistema apareciendo cada vez que se enciende una pantalla, con ofertas para comprar coches, un dos por uno en comidas para llevar, jarabes para la tos, consolas de videojuegos, alarmas anti-robo o yogures contra el colesterol.

Nuestro mundo conocido está conmocionado y todos vamos como pollo sin cabeza, aislados, parados. Contenidos, a nuestro pesar.
De todas las crisis se sale, saldremos también de esta, estoy segura, sólo que la vida no volverá a ser igual, este corte tan drástico, esta marca, quedará en cada uno de nosotros. Y tendremos que reinventarnos para ver qué hacemos con lo nuestro.

"Resistiré" el himno que nos une a las ocho de la tarde


Hay gente que ve como algo innecesario ese movimiento ciudadano que aplaude, cada noche, a los trabajadores sanitarios. Dicen que lo que hay que hacer, en vez de aplaudir, es votar a quien protege la Sanidad Pública. Yo creo que ambas cosas son necesarias, la defensa de una Sanidad Pública se tiene que erigir como la mayor de las exigencias (esta pandemia nos lo ha dejado claro), pero también necesitamos de estos aplausos y canciones, para mitigar nuestra angustia y para revestir de una cierta épica la descarnada situación que nos está tocando vivir.


"Lasciatemi cantare" es el himno elegido por el pueblo de Italia


Este escrito ha sido publicado en la primera edición digital del periódico Infolínea 20/Marzo/2020 :  http://www.infolinea.es/wp-content/uploads/2020/03/Infolinea-1148-para-web.pdf