Como cada año, llegando estas fechas, se escuchan los más diversos argumentos para defender la predilección entre la “tradición” de Papa Noel o la de los Reyes Magos. Que si uno es laico y los otros católicos; Que como uno se celebra antes, los niños tienen todas las vacaciones para disfrutar de los regalos; Que uno es un producto de la sociedad de consumo desde que cierta marca de refrescos le cambió el traje verde por uno rojo; Que si los Magos de Oriente son más de nuestra cultura etc. etc.
Yo creo que no importa el modo que cada familia elije para agasajar a sus seres queridos. Personalmente me identifico más con la tradición de los Reyes Magos, la historia de unos magos que vienen de Oriente para dar ofrendas a un recién nacido, me parece mucho más fascinante; se asemeja, además, a aquellas hadas madrinas de los cuentos que también hacían acto de presencia en los nacimientos. Pero, al fin y al cabo, todo forma parte de leyendas que han pasado de generación en generación, unas vinculadas a creencias religiosas y otras a la tradición oral de los pueblos.
Lo que si me parece importante es el ritual que gira, esa noche
mágica, alrededor de los niños.
Todo comienza tiempo antes, escribiendo una respetuosa carta dando cuenta de como se han portado ese año y porque creen que merecen alguno de los regalos que esa noche repartirán los magos, con la ayuda de sus pajes. Los padres "utilizarán" esto como estrategia para reclamar al niño un comportamiento adecuado. Pensar la carta, escribirla y estar a la espera del día deseado, hace que el universo imaginario de un niño se pueble de fantásticas imágenes y deseos, junto al temor de recibir carbón. Por otro
lado, se aprende a tener paciencia y aguardar con ilusión el juguete elegido.
Descubrir el “secreto” de los Reyes magos es una de la
primeras desilusiones que aprendemos a aceptar, el principio del fin de la
inocencia; es más, quienes hemos sido hermanos mayores, contribuimos a seguir manteniendo
ese “secreto” a los hermanos más chicos, como una forma de alargar la propia
infancia.
De mayores, cuando vuelven a haber niños en la familia, el cinco y el seis de enero
todos volvemos un poco a la infancia. Envolviendo regalos a escondidas, montando
juguetes, jugando.
La fantasía que rodea esa noche es algo que, al paso que
vamos, estamos haciendo que desaparezca. Cada vez hay menos tiempo para llevar a cabo el relato que hace que esta entrega de regalos se diferente a cualquier otra del año. Además tienen tal cantidad de cosas, los críos, todo el tiempo, que cada vez hay menos lugar para el deseo. De la saturación al
hastío hay una línea muy delgada.
Regalar es una manera de amar y como alguien dijo en sus
escritos, “amar es dar lo que no se tiene”.
Francisco Curto canta "Las abarcas desiertas" de Miguel Hernández
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