20 jul 2019

LA LIBERTAD DE LEER

  










Leer es una de las cosas que me ayuda a hacer más llevaderos los veranos, los otoños, los inviernos y las primaveras. Pero sobre todo los veranos, cada año que pasa, julio y agosto se me hacen eternos, los libros me acompañan y me aligeran el calor y el insomnio.
Aprendí a leer, según me han contado, con tres años, y hasta donde mi memoria alcanza, me recuerdo con un libro en las manos. Desde los primeros cuentos y tebeos a las novelas de amor o las fotonovelas (aquel formato que mezclaba texto y fotos, que triunfó entre el publico femenino en los años sesenta y setenta).
De adolescente leía todo lo que caía en mis manos, sin orden ni concierto, sin criterio alguno. Jane Eyre, Cumbres borrascosas, Diez negritos, Chacal, La Pequeña Dorrit y Crimen y Castigo se entremezclaban con Los cipreses creen en Dios o La vida sale al encuentro. El Diario de Ana Frank con Dar, el Diario de Ana María o Edad prohibida. Libro que empezaba, libro que terminaba. En los tiempos de instituto, cada semana, saqueaba la biblioteca, allí leí todas las obras de teatro que había y todos los cuentos clásicos, Perrault, los hermanos Grimm, Andersen. Mención merecen los cuentos de Calleja, un libro que mi abuelo tenía como una joya. Quien sabe dónde habrá ido a parar.

En Internet he encontrado esta foto de uno de los libros de Calleja, es igual a la
edición que tenía mi abuelo

Un punto y aparte significó Cien años de soledad (libro releído varias veces a día de hoy), en mi recuerdo va ligado al comienzo de mi toma de conciencia social y el posicionarme en un determinado lugar del tablero de juego, mis lecturas se volvieron más comprometidas y muchas, en aquellos años, prohibidas. 1984, La Regenta, Un Mundo Feliz, Rebelión en la Granja, Poema Pedagógico, las memorias de Daniel Cohn- Bendit, La Colmena, Lolita, Nana, La tía Julia y el escribidor, El Libro Rojo del cole, los poemas de Miguel Hernández, García Lorca, Machado, Blas de Otero, Neruda etc..


Esta es la última edición que he leído de Cien Años de Soledad, con ilustraciones que son una belleza.
En esta época sentía el deber de leer a unos determinados escritores y si aparecía un libro digamos frívolo, sencillamente no lo leía. Fue una época marcada por la ideología, aunque también por esos años me leí la obra completa de Julio Verne.
Poco a poco, como en la vida, he ido relativizando y dejando aparte cualquier exigencia. Escojo mis lecturas en función de que me gusten o no, si un libro no logra engancharme después de las diez primeras páginas, lo dejo sin más. Son muchos los libros por leer en lo que me quede de vida y no puedo desperdiciar el tiempo con ninguno que no me diga nada. Mis elecciones son ahora mucho mas eclécticas y van más en función del placer y del saber, independientemente de quien las haya escrito o del tema tratado.
"El escondite perfecto" fotograma de la película La elegancia del erizo, basada en la novela del mismo nombre

Estoy volviendo de alguna manera a la forma de leer de mi adolescencia, pero sin concederle nada de mi tiempo a aquello que no me divierte o no me enseña.
Este año, por ejemplo, he leído desde best-sellers como Reina roja o la Trilogía de la Ciudad Blanca, hasta La Caja Negra, Maldad Líquida, El misterio del cuerpo hablante, Los Asquerosos, Instrumental, El malestar en la Cultura, El Dolor de los Demás, Secretos o Balada a mis padres, entre otros. Ahora he comenzado a leer Alicia en el país de las Maravillas, una asignatura que tenía pendiente.
Volar. El Kanka y Rozalén
Quitarse de encima prejuicios y servidumbres es muy sano incluso para la lectura, saber decir no y cambiar de libro, también. Aprender a ser cada día un poco más libre es una tarea que lleva su tiempo.


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