Aprendí a leer, según me han
contado, con tres años, y hasta donde mi memoria alcanza, me recuerdo con un
libro en las manos. Desde los primeros cuentos y tebeos a las novelas de amor o
las fotonovelas (aquel formato que mezclaba texto y fotos, que triunfó entre el
publico femenino en los años sesenta y setenta).
De adolescente leía todo lo
que caía en mis manos, sin orden ni concierto, sin criterio alguno. Jane Eyre,
Cumbres borrascosas, Diez negritos, Chacal, La Pequeña Dorrit y Crimen y Castigo
se entremezclaban con Los cipreses creen en Dios o La vida sale al encuentro.
El Diario de Ana Frank con Dar, el Diario de Ana María o Edad prohibida. Libro
que empezaba, libro que terminaba. En los tiempos de instituto, cada semana,
saqueaba la biblioteca, allí leí todas las obras de teatro que había y todos los cuentos clásicos, Perrault, los
hermanos Grimm, Andersen. Mención merecen los cuentos de Calleja, un
libro que mi abuelo tenía como una joya. Quien sabe dónde habrá ido a parar.
En Internet he encontrado esta foto de uno de los libros de Calleja, es igual a la edición que tenía mi abuelo |
Un punto y aparte significó Cien
años de soledad (libro releído varias veces a día de hoy), en mi recuerdo va ligado al comienzo de mi toma de conciencia
social y el posicionarme en un determinado lugar del tablero de juego, mis
lecturas se volvieron más comprometidas y muchas, en aquellos años, prohibidas. 1984,
La Regenta, Un Mundo Feliz, Rebelión en la Granja, Poema Pedagógico, las
memorias de Daniel Cohn- Bendit, La Colmena, Lolita, Nana, La tía Julia y el
escribidor, El Libro Rojo del cole, los poemas de Miguel Hernández, García Lorca, Machado, Blas de
Otero, Neruda etc..
Esta es la última edición que he leído de Cien Años de Soledad, con ilustraciones que son una belleza. |
En esta época sentía
el deber de leer a unos determinados escritores y si aparecía un libro digamos
frívolo, sencillamente no lo leía. Fue una época marcada por la ideología, aunque
también por esos años me leí la obra completa de Julio Verne.
Poco a poco, como en la vida, he
ido relativizando y dejando aparte cualquier exigencia. Escojo
mis lecturas en función de que me gusten o no, si un libro no logra engancharme
después de las diez primeras páginas, lo dejo sin más. Son muchos los libros
por leer en lo que me quede de vida y no puedo desperdiciar el tiempo con
ninguno que no me diga nada. Mis elecciones son ahora mucho mas eclécticas y
van más en función del placer y del saber, independientemente de quien las haya
escrito o del tema tratado.
"El escondite perfecto" fotograma de la película La elegancia del erizo, basada en la novela del mismo nombre |
Estoy volviendo de alguna
manera a la forma de leer de mi adolescencia, pero sin concederle nada de mi
tiempo a aquello que no me divierte o no me enseña.
Este año, por ejemplo, he leído
desde best-sellers como Reina roja o la Trilogía de la Ciudad Blanca, hasta La Caja
Negra, Maldad Líquida, El misterio del cuerpo hablante, Los Asquerosos,
Instrumental, El malestar en la Cultura, El Dolor de los Demás, Secretos o Balada a mis padres, entre
otros. Ahora he comenzado a leer Alicia en el país de las Maravillas, una
asignatura que tenía pendiente.
Quitarse de encima prejuicios
y servidumbres es muy sano incluso para la lectura, saber decir no y cambiar de libro,
también. Aprender a ser cada día un poco más libre es una tarea que lleva su tiempo.
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