23 sept 2016

ALGUNOS MÉDICOS NO ENTIENDEN DE VENTANAS


El otro día recordaba una anécdota que contaban los mayores, cuando yo era una cría, sobre cierto médico de nuestro pueblo.

Según cuentan, hubo una vez en el pueblo un médico, que tenía un sentido del humor un tanto particular; un buen día se presentó en su consulta una mujer, de condición humilde, con dolor de espalda. El médico en cuestión le preguntó que como era aquel dolor, y la paciente le dijo que era como si tuviese “una ventana abierta por donde le entraba frío”, el facultativo le recetó su remedio y la buena mujer se fue directa a la farmacia. Cuando llegó, le entregó la receta al mancebo, este llamó al farmacéutico y se la mostró, inmediatamente después de leer la prescripción, ambos se echaron a reír. Al preguntar la enferma que porqué se reían, le dijeron que donde tenía que ir a recoger lo que le había mandado el doctor, era a la yesera porque el galeno le había recetado unos ladrillos y un saco de yeso para tapar la ventana.
 
Imagino que poca gracia le haría, a la doliente, dicha broma; hecha por un médico desde su posición de poder. Hay que contextualizar la anécdota en unos años en los que las “fuerzas vivas” eran el alcalde, el cura, el médico y el boticario.
Siempre he pensado que el doctor nunca habría actuado de esa manera con una paciente de clase social alta, o con una que tuviese un nivel de conocimientos mayor que el que tenía la mujer de la historia. Hay quien que sólo muestra respeto ante quienes son poderosos o ante quienes se saben hacer valer.
Los tiempos cambian, pero no los diferentes tipos de personas. Sigue habiendo las que son tan poca cosa que sólo se salen del tiesto con aquel que consideran inferior.
Los profesionales de la medicina o quizás debería decir, las personas que se dedican a ejercer la medicina, ya que hay profesionales en los que la humanidad brilla por su ausencia; repito, las personas que dedican su vida a ser médicos, a aliviar el sufrimiento de los seres humanos, merecen y tienen todo mi reconocimiento. He conocido y conozco muchos de esos.
En un lugar aparte están quienes han estudiado esa carrera y por ello se creen por encima de los demás mortales, casi semidioses con derecho a todo, esta especie aún sigue existiendo.
Por eso es tan importante la educación, adquirir conocimientos sobre la vida y los derechos de las personas, para en cualquier hipotética situación de vejación o abuso de poder, como la que sufrió aquella mujer hace tantos años, cada uno sepa defenderse con las leyes que, afortunadamente, hoy nos amparan.
No sé por qué me viene todo esto a la cabeza, quizás porque el cambio de tiempo me ha traído un dolor de espalda que se puede describir perfectamente con la metáfora que utilizó la protagonista de mi historia.
Y no olvidad que:
-Tener una carrera no garantiza comprender una metáfora.-

19 sept 2016

EL OTOÑO, EL CINE Y EL HAMBRE.



Siempre me ha parecido el otoño la época perfecta para ir al cine, tardes en las que oscurece pronto, aún no hace frío y si, además, está lloviendo, miel sobre hojuelas.
Recuerdo como si hubiese sido ayer, la primera vez que fui al cine, tendría yo seis o siete años y me llevó mi padre al “Salón Espuña” para ver “El mayor espectáculo del mundo”. Las dos horas largas que duraba la película, se me pasaron en un suspiro, cuando terminó yo ya estaba irremediablemente enamorada del séptimo arte …y de Charlton Heston.

Por aquel tiempo había épocas señaladas, con proyecciones especiales, no sé bien que día, pero era el mes de noviembre cuando echaban “Doctor Zhivago”, siempre que esto ocurría se convertía en un evento social, sobre todo para las mujeres casadas, era de las pocas veces que iban al cine sin maridos. Cada vez que veía salir a mi madre, acompañada de las vecinas para ir a verla, soñaba con ser mayor y descubrir que tenía aquella película para cautivar de esa manera al público femenino.
la primera vez que la vi, lo comprendí
 
Eran años de hambre, no precisamente física, teníamos hambre de saber, de conocer otra realidad que diese luz al gris cotidiano. El cine se encargó de colorear una parte de nuestras vidas, poblando de fantasías los sueños de niños y no tan niños.
El hambre se fue saciando con la llegada de otros tiempos, tiempos de cineclub, de cine fórum, de cine de arte y ensayo; en estos años nos alimentábamos, casi a escondidas, de Bergman, Eisenstein, Buñuel, Pasolini, Fellini, etc.

Con la transición llegó el destape, con la democracia la tolerancia, con el neoliberalismo la invasión.
Cuando pienso en los chicos y chicas de ahora, viviendo en el extremo contrario a aquellos años de infancia y dictadura, chicos que con sólo conectarse a internet tienen a su alcance miles de películas, para ver on line o para descargar de forma más o menos ilegal, me inquieto...
 
...porque me pregunto si sentirán esa hambre que sentíamos nosotros cuando vivíamos “a régimen” o, por el contrario, andan tan atiborrados de “comida basura” que padecen una especie de bulimia cultural, en la que comen de todo sin criterio ni control para luego quedarse vacíos.

“La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto.Aristóteles