Desde hace algún tiempo me cuesta
reconocer el mundo en que vivimos, es una sensación que me acompaña, sobre
todo, desde la pandemia. El largo verano que este año empezó en mayo y aún
colea en septiembre, ha sido calificado como el tercero más cálido desde que
hay registros, con cuatro intensas olas de calor rematadas con una DANA. Pero
creo que pasará a la historia por más cosas.
Los últimos días de agosto y
primeros de septiembre los pasé en Madrid, para ver a mi familia pero también
un poco por huir de las noches asfixiantes. El domingo, día 3, me encontraba
preparándoles unas galletas a mis nietos cuando, a eso de las 14.30, mi móvil
se iluminó y empezó a sonar de forma rara y estridente, miré y vi “Alerta
presidencial” y algo escrito en inglés. Me asusté de una manera que no sabría
explicar, lo primero que pensé fue en mi pueblo y en Murcia y su presidente
(acababa de leer alguna noticia poco halagüeña sobre nuestra región) segundos más tarde el mensaje llegó en
castellano y también en un audio. La alerta era de Protección Civil y la
Agencia de Seguridad y Emergencias de la Comunidad de Madrid. Que informaba
sobre la amenaza de tormentas e inundaciones en las próximas horas.
El susto no se me quitó a pesar
de saber lo que era. El pánico que me produjo la alarma me duró unas horas. Mis
familiares reaccionaron con normalidad y no entendían por qué la alarma me había
afectado tanto. Una persona me dijo: es que la gente de tu generación habéis
vivido muchos momentos críticos. Esto me dio que pensar y creo que es verdad,
en los instantes que sucedieron al sonido de alerta vinieron a mi memoria un
sinfín de recuerdos y situaciones que no me gustaría que volviesen a repetirse.
El actual clima social es tan desapacible o más que esa peligrosa situación
climática de la que se nos avisaba.
No hay día en que el odio no se
asome a nuestras vidas. No hay día en que la violencia contra las mujeres no
sea protagonista de alguna forma. No hay día, ni medio de comunicación, en el
que no se trate de blanquear situaciones y actos aberrantes en horarios de
máxima audiencia. Día sí, día también, puede sentirse la intención de unos y la
indiferencia de otros ante el desmantelamiento de lo público. Podría seguir…
La imagen que me queda de este
verano es la del Neoliberalismo llevado a su máxima expresión, millones de
turistas abarrotando zonas de especial interés arquitectónico y cultural,
cámara en mano, mirándolo todo a través de su objetivo. Restaurantes y bares
poniendo normas como el límite de tiempo para estar sentado en una terraza o
que un solo comensal no podía ocupar una mesa.
Tras la contención obligada por
la pandemia, todo se ha desbordado. Me parece que urge volver a reconstruir los
límites borrados, pero, para eso, no suena ninguna alarma o quizás no para de
sonar y no queremos escucharla.
“Cuanto más crítico es un grupo
humano, más democrático y permeable es” Paulo Freire.
" En el año 2525"