Escena de la ópera basada en La Montaña Mágica |
El tiempo es el protagonista
principal, su medida y su, relativa, importancia según la manera de vivirlo “Tres
semanas no son prácticamente nada para nosotros, los de aquí arriba (la
montaña); claro que, para ti, que estás de visita y sólo vas a quedarte tres
semanas, son mucho tiempo”
A la vez que me sumerjo en la
novela me doy cuenta de que también en Alhama tuvimos nuestra Montaña Mágica,
un lugar al que venían personas de toda la región, afectadas por la tisis,
enfermedad contagiosa e incurable en aquella época, que convertía a todo aquel
que la contraía, en marginado, estigmatizado social que generaba rechazo, lo
que hacía que se viviese la enfermedad de manera culpable, que se escondiese a
los ojos de la gente, que se mintiese en todo lo que concernía al enfermo. - ¿no
os suena a situaciones actuales parecidas? -
Imagino que allí, al igual que en el
sanatorio de mi libro, se vivirían las historias más terribles y también las
más hermosas “hacia la vida hay dos caminos: uno es el habitual, directo y formal. El
otro es malo, lleva sobre la muerte, y ese es el camino genial. Esa concepción
de la enfermedad y la muerte como un paso necesario hacia el saber, la salud y
la vida,”. Estas palabras de uno de los personajes, describen esa, a
veces necesaria, cercanía de la muerte para emprender el verdadero camino de la
vida. La muerte y la vida son dos caras de la misma moneda, en Sierra Espuña,
en plena naturaleza llena de vida, estaba el sanatorio en el que la mayoría de
personas que llegaban, iban para morir.
En las historias oídas desde
pequeña, sobre el sanatorio de tuberculosos, se entretejen las de vida
y muerte, la vida por la que peleaban enfermos y familias y la implacable
muerte que esperaba a la vuelta de la esquina. En aquellos años de miseria
económica, las clases más pobres se veían claramente diferenciadas, no en morir,
que la muerte nos iguala, sino en cómo eran tratados después de morir; cuando
esto ocurría, los mas desfavorecidos económicamente, eran bajados en carros hasta la fosa común en la que aún quedan
numerosos restos por identificar. La superstición es aliada de la incultura y
la muerte, en esta época se daban todos los componentes necesarios para ello y
son numerosas las leyendas que nacieron al amparo de estos años de nuestra
reciente historia.
El autor de la novela camufla entre sus páginas una parte mágica, al igual que esta montaña transformadora,
utilizando el número 7 como el hilo que enhebra la trama: el libro consta de
siete partes; el protagonista pasa siete años en el sanatorio; siete son las
letras que forman el nombre de los dos protagonistas principales; siete son las
mesas del comedor; la habitación de uno de ellos es la 34; uno de los
personajes muere a las siete y cuando otro se suicida hay siete personas
presentes.
La montaña, la de ficción
y la nuestra, escenifica un prodigioso cuento de hadas en el que, como en todos
los cuentos, ocurrían cosas mágicas; personas que afrontaban las dificultades
con valentía, que amaban y odiaban, fingiendo ser eternos a sabiendas de que podían
desaparecer de un día para otro, como en cualquier cuento, como en la vida
misma. Vida y muerte, sueño y realidad, el bien y el mal, todo diferente y todo
parecido.