Triunfar: ganar dinero, tener éxito, tener poder.
Eso es, y los que tiene estas cosas no viajan en autobús. Soy usuaria del transporte público habitualmente, en todo el tiempo que utilizo este medio de transporte he visto muy pocos hombres (por no decir ninguno) de entre 30 y 60 años de edad y perteneciente a la población nativa de este país haciendo uso de este servicio.
Mujeres bastantes, casi siempre solas.
Que significa esto, puede ser que en esta sociedad solo utilizan el autobús “los perdedores”. Quienes no tienen capacidades o recursos económicos suficientes, quienes carecen de independencia personal o social.
El transporte público debería ser: una alternativa al trasporte individual en aras de la mejora medioambiental, un recurso al alcance de todos para paliar la crisis económica y bla,bla,bla, Esas cosas tan políticamente correctas que escuchamos en los informativos en boca del político de turno o de utópicos ecologistas.
Todo eso, al final, simplemente se ha convertido en un símbolo de estatus que nos posiciona socialmente.
La verdad es que el autobús, su utilización es síntoma de declive social.
La prisa demandada por la ciudad y los horarios de trabajo de la misma convierte al autobús en un medio ineficaz para alcanzar los objetivos de eficiencia requeridos en la mayoría de los trabajos.
Puntualidad, rendimiento, eficiencia, eficacia, rentabilidad, estrés. Palabras que continuamente escuchamos y se nos exigen de forman directa o indirecta.
Creo que el problema está, no en la lentitud del autobús si no en la excesiva prisa de todos los ciudadanos. Esa es la clave, la prisa.
Seria bueno pararse a pensar ¿prisa para que, para llegar a donde?
"El cambio de paradigma consiste en comprender que ir despacio no sólo permite llegar más rápido, sino también más lejos" Maite Barón